La escritora María Kodama, viuda de Borges, murió el domingo tras compartir una parte de su vida con uno de los mayores escritores en castellano del siglo pasado. En 2012 la convertí en personaje de ficción. En la página 218 de "Las mentiras inexactas" apareció en la librería de la Plaza Santa Ana, que es el lugar donde transcurre la mayor parte de la historia, lo mismo que las mujeres de Saramago y Alberti. Uno de los leitmotiv de la novela es si una mujer mayor se puede enamorar de un joven y a la inversa: "La mujer abrió la puerta de la librería, y Daniel se apresuró a decirles que se había encontrado con María Kodama en el aeropuerto y le había invitado a pasarse por allí. Habían compartido el taxi hasta la plaza, pues ella se alojaba en el hotel. El pelo de María era inconfundible, así como su mezcla de rasgos japoneses y alemanes, y la abundancia de anillos de plata en las manos. Nora observó cierta complicidad en la sonrisa de Sergio, como si recordara su conferencia del Aula Magna. Sólo faltaban Beatriz Talaván, Alba Martínez, Erea Gómez, Beatriz Malanda y el propio Amorós para llevarle la contraria. La mitología creada en torno al escritor argentino hacía pensar en un hombre que nunca abandonaba su torre de marfil, pero no era cierto. Desde sus primeros amores de juventud hasta la consagración definitiva al lado de Kodama, Borges conoció a muchas mujeres, aunque sólo una le dejó una huella imborrable. Borges admiraba a los Beatles, los Rolling y Pink Floyd, dijo María Kodama en cierto momento con voz cansada; también le gustaban el blues, la milonga, los espirituales negros y los tangos antiguos. Lo más curioso es que se pasaba buena parte del día en silencio, encerrado en sí mismo. Una de sus ocupaciones favoritas era pensar, lo que no le impedía sacar tiempo para maravillarse y reírse con cualquier tontería. Nunca olvidaría su encuentro con Cortázar en el Museo del Prado. Se quitaron la palabra continuamente, como dos críos que quisieran llevar siempre la razón.
Nora dejó sonar el móvil varios segundos, pero la viuda de Borges seguía hablando (lo último que escuchó es que había venido a Madrid para preparar la celebración del “año Borges” y que estaba tan emocionada como cuando vivía con él) y decidió salir fuera para responder a Amorós.
(...)
Iba a cerrar la puerta cuando dos mujeres maduras le preguntaron si podían pasar. Nora les abrió la puerta por completo. Eran las viudas de otros dos escritores célebres, Pilar del Río y Asunción Mateo, y nada más verlas María Kodama se les acercó con muestras de alegría. Daniel hizo lo mismo, y luego se dirigió a su escritorio, abrió un cajón y sacó las primeras ediciones de unas obras de Saramago, Borges y Alberti. Los tres habían pasado buenos ratos entre aquellas paredes bebiéndose su mejor vino.
Siempre defendieron los derechos humanos…, aseguró Pilar del Río observando el libro de su marido.
Pilar era una mujer hermosa, y se expresaba con una dicción perfecta. En su mirada había cierta tristeza.
Vivieron épocas diferentes, pero demostraron la misma integridad moral, añadió Asunción Mateo con una sonrisa aniñada. Yo trabajaba como profesora en un instituto y conocí a Alberti en un homenaje a Machado. No tardé en comprobar que era fácil enamorarse de él, y no sólo por su impresionante presencia.
Pilar le dio la razón; a ella le había ocurrido lo mismo con su marido".
("Las mentiras inexactas", 2012, Editorial Izana, pp. 218-223).
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Esta mañana tan agradable puede ser un buen momento para volver a escuchar la banda sonora de la novela, que le debo a mi hermano, ya que a también Borges le gustaba el rock:
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