Este jueves mis alumnos y yo cantamos una canción muy graciosa en clase, después de llenarles la pizarra de fórmulas matemáticas inspiradas en un genio como Keynes y su "Teoría General" de 1936 y lo que se deducía de ella sobre una economía con dinero y sin dinero (estos días hemos asistido a la quiebra de algunos bancos). Y no solo los de esta fotografía, sino los de todos los grupos. En los últimos tiempos leo críticas de todo tipo hacia la Universidad, que si se tiene que "reinventar" para competir con los rápidos avances de la inteligencia artificial, que si faltan medios o los alumnos estudian y leen menos libros que antes, y cosas por el estilo, pero lo que no suele decirse es lo bien que se lo puede pasar uno dando clase. A lo largo de varios meses te "citas" con los alumnos para compartir cosas, y eso es lo mejor que le puede a un ser humano, el hecho de compartir. Mientras escribo este texto y me tomo el primer café de este bonito sábado leo que un ex alumno de hace 11 años me pide una carta de recomendación para hacer un máster; algo que suele ser habitual con los ex alumnos que me encuentro por la calle o en cualquier parte después de media vida como profesor. La semana pasada una alumna del primer cuatrimestre me dijo que me había visto por la calle de lejos y se había emocionado, algo que también me sucedía a mí en mi época de alumno. Estoy convencido de que si algún día las máquinas fueran capaces de pedir un deseo, sería convertirse en humanos.
Después de todo, con dinero y sin dinero, yo hago siempre lo que quiero, que es lo que cantamos:
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