Érase una vez un niño que nació en un pueblo del sur de Badajoz y que iba a los jesuitas, que le enseñaron a querer el teatro, como han hecho siempre. Sus padres se vinieron a Madrid y el joven no sabía si estudiar Matemáticas o Filología, pues le gustaba todo. Y pensó que lo mejor era entender porqué escribía y se hizo un teórico de la literatura, de alguna forma un matemático de la literatura, algo que también me gusta a mí (aunque menos que beber champán). Tras pasar por el instituto Cardenal Cisneros del centro de Madrid como catedrático de lengua y literatura, y "ensayar" con sus alumnos de COU las obras de teatro que les explicaba en clase -lo que le sirvió para escribir su mayor obra canónica, "Cómo se comenta una obra de teatro"-, hizo las oposiciones del CSIC, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (se encuentra detrás de la Residencia de Estudiantes de Lorca, Dalí y Buñuel). Este martes por la tarde tuve a un José Luis García Barrientos que ya se ha jubilado junto a mí en la tertulia del Café de Casa Manolo, en el salón del fondo, al otro lado de la vitrina de los juguetes de hojalata de mi novela "Las mentiras inexactas", ya que uno de los capítulos transcurre en ese lugar. A mi izquierda estaba María José Muñoz Spínola y enfrente Almudena Mestre, y de derecha a izquierda Mariwan Shall, Cristina Fernández, Begoña Garcia, Concha Galan Gil, María Victoria Huertas, Marisa Corrales Ruyra, Oskar Rodrigañez, Pilar Tarduchy, Antonio Benicio Huerga (no sale en la foto), Susana Fraile, Aurora da Cruz y Antonio Banus. Ya sabemos que la vida es "puro teatro", como también lo sabía Calderón, así que, en su último ensayo sobre 7 dramaturgos que tengo en la mano (Punto de Vista Editores), José Luis aplica la teoría aristotélica y aquella idea de la imitación, y distingue el modo narrativo del dramático. Y define los conceptos de teatro, drama y texto dramático, como nos explica con agudeza Almudena Mestre en este artículo que ha publicado en "Todo Literatura" y nos leyó en la tertulia:
No la dejé terminar y empezamos una divertida "discusión" sobre el "pacto de mentira", la autobiografía y la autoficción y lo relativo a la imposibilidad de que el teatro de esta época pueda asumir la idea de tragedia del teatro griego clásico. Y entonces aparecieron Edipo, Antígona, Sófocles, Shakespeare, Mayorga, Blanco, González Melo, Daulte, Arroyo, Rodríguez Febles, Chabaud, Buero Vallejo y Valle, y por un momento me hubiera apetecido tomarme un Gin tonic, como José Luis, en vez de la manzanilla habitual de las tertulias.
Es pronto para una copa de champán, y me tomo un café y me lleno de la belleza de Dvorak, Du Pré, Barenboim y la Orquesta Sinfónica de Londres, mientras llueve sobre Madrid:
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