sábado, 4 de noviembre de 2023

"Detrás de las gafas de sol".

El otro día mis alumnos me vieron llegar a clase con esas gafas de sol y se pusieron a piropearme y a aplaudir, aunque no me hicieron la ola. Entonces aproveché para contarles una historia que me había ocurrido unos días antes.
 
Diógenes dormía en una tinaja, en Corinto. Al llegar Alejandro a esa ciudad con su ejército todos salieron a recibirlo, pero Diógenes se mantuvo indiferente a la pompa del emperador. Entonces el propio Alejandro, que conocía la fama de aquel filósofo, lo buscó y le dijo: "Quería demostrarte mi admiración. Pídeme lo que quieras, puedo darte cualquier cosa que desees", ante lo que Diógenes respondió: "Por supuesto. No seré yo quien te impida mostrar tu afecto hacia mí. Querría pedirte que te apartes del sol. Que sus rayos me toquen es, ahora mismo, mi más grande deseo". Nacido en la colonia griega de Sínope (hoy Turquía), Diógenes (412-323 aC) buscaba alcanzar la felicidad deshaciéndose de lo superfluo. Vivía en un tonel, comía junto a los perros y caminaba descalzo provisto solo de una capa. Despreció cualquier tipo de comodidad, y no tuvo consideración ni siquiera con Alejandro Magno. 
 
La verdad es que nunca he vivido en un tonel, dije a mis alumnos, pero el otro día tuve que decir a unos turistas lo mismo que aseguró Diógenes, cuando estaba tan ricamente sentado en un banco en la plaza Santa Ana, en el lugar que me inventé para la librería donde transcurre mi novela "Las mentiras inexactas" (2012, Izana) y unos turistas no dejaban de hacerse fotos y me quitaban el sol y la vista de la plaza, que se refleja en las gafas.
 
Así era imposible poder ver el final del arcoíris:
 

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