jueves, 30 de noviembre de 2023

"La vida del artista está en otra parte".


En una de las primeras "tertulias on line" de este año que se acaba, establecí un paralelismo entre los grandes intelectuales británicos de los años 20 del siglo pasado, representados por el "Grupo de Bloomsbury", y los integrantes de nuestra tertulia. Si ellos contaban con John M. Keynes, Virginia y Leonard Woolf, Vanessa y Clive Bell, E. M. Forster, Lytton Strachey, Desmond MacCarthy, Saxon Sydney-Turner, Duncan Grant, Roger Fry, entre otros, ligados por la defensa de las artes (sus obras y perspectivas influyeron en la literatura, la estética, la crítica y la economía, creando actitudes modernas en el feminismo, el pacifismo y la sexualidad), nosotros tenemos a José Félix Sáenz Marrero, Peter Redwhite, Almudena Mestre, Javier del Prado, María Rodríguez Velasco, Pilar Tarduchy, Oskar Rodrigañez, Francisca Arias Tovar, Juan Tena, María Victoria Huertas, Presina Pereiro, Chema Menéndez, Francoise Mascaraque, Eduardo Griñán, Concepción Heras, Carmen Sogo, José Arias, Miguel Ángel Yusta, Antonio Banús, Elena Gayan, Mariola Satorre, Eva María Redondo, Viviana Martínez, Nicolás Puente (en la segunda foto, aunque me dejo amigos fuera).
 
Empecé agradeciendo a María la reseña que ha escrito sobre mi último libro y luego leí algunos párrafos de "La torre inclinada", una conferencia que pronunció Virginia Woolf en una asociación obrera en 1940, un año antes de suicidarse. En ella Woolf se preguntaba cómo influye la clase social de los escritores en sus obras, además de sus estudios y lecturas. Comienza con la frase: "Un escritor es una persona que se sienta en un despacho y fija la mirada volcando toda su atención en un determinado objeto". Es la torre de marfil del escritor y la manera en la que se va inclinando cuando se incluye el "mundo" exterior en la obra. Y tomó la palabra nuestro arquitecto y escritor tinerfeño José Félix: "¿Qué es la novela sino una trampa en la que cae el héroe?", nos dijo que había escrito Milán Kundera en su novela de 1969 "La vida está en otra parte", un antecedente de "La insoportable levedad del ser". "El poeta gritaba que la libertad es una obligación de la poesía y que hasta por una metáfora valía la pena luchar", añadió. Después continuó hablando. "En Praga nos adentramos en la psicología de un personaje como Jaromil el Poeta. Se pasean ante mí todos los poetas checos y bohemios: Jiri Orten, Vítězslav Nezval, Frantisek Halas, Mijail Lérmontov, Jiri Wolker. Nos abren sus ojos las apasionadas citas a Shelley, Rimbaud, Banville, Maiakovski… "El poeta lírico dibuja en sus poemas su autorretrato; pero como ningún retrato es totalmente fiel, podemos decir que con el mismo derecho retoca su cara con sus poesías". Del consuelo al olvido, del sarcasmo a la ternura, el Poeta transita desde la niñez hasta su muerte rodeado del afecto agobiante de la figura de la madre, se desliza por los años -¡Ay, esos años que recalan en 1917, en 1922, en el Mayo francés del 68, en 1949 (curiosamente el año de mi nacimiento), en la Primavera de Praga… El autor vierte su devoción inconstante por Dalí, por el surrealismo, por Don Quijote o por todas las vanguardias mostrando su efímero desencanto hasta toparse con la Revolución, el férreo marcaje de la censura hostil, la interferencia de la política trastocando el tiempo que baila de una fecha a otra, de delante atrás, salpicando su escritura de frases, unas veces escritas como soflamas revolucionarias y otras versos cogidos a vuelapluma en el aire denso de Centroeuropa y llevados hasta las revueltas de Marsella o Dublín. Es la historia como un paradigma de la lucha del poeta por despegarse de su realidad y contener un erotismo disfrazado de sensualidad".
 
Y entonces hice la pregunta que nos llevó a estar discutiendo una hora, con las intervenciones de todos los tertulianos, en particular de un arrebatador Javier del Prado: "¿La vida está en otra parte? ¿La vida del escritor, del artista, está en otra parte?
 
¿En qué parte?
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En fin, como a mí lo que me gusta es bailar cada mañana mientras me tomo el primer café del día, qué mejor que escuchar el vals de Strauss II "Vida de artista" mientras nos damos una vuelta por las calles de Nueva York:
 

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