sábado, 16 de marzo de 2024

"Cuestión de serotonina".

A la serotonina se la suele llamar "la hormona de la felicidad". Es un neurotransmisor muy relacionado con el control de las emociones y el estado de ánimo. De la misma forma regula el apetito causando la sensación de saciedad, controla la temperatura corporal y el deseo sexual. Entre los alimentos ricos en triptófano, y que aumentan los niveles de serotonina, se encuentran los huevos, los lácteos como la leche y el queso, la carne magra como la del pollo y el pavo, los frutos secos como son las nueces y los cacahuetes, el pescado, las legumbres y las frutas como el plátano, la piña o el aguacate. Pero el cerebro únicamente puede absorber triptófano si se combina con carbohidratos. El nivel incrementado de glucosa en sangre estimula la producción de insulina, y esta hace que las neuronas del cerebro sean receptivas al triptófano y se cree la serotonina, que necesita de los ácidos grasos omega 3, magnesio y zinc. Las fuentes más ricas de este omega 3 son los peces de aguas frías como el salmón o los pescados azules. Las más ricas en magnesio son el cacao, las legumbres, los frutos secos y los cereales como el trigo y el arroz. Y en zinc la carne, el pescado, el marisco, las nueces, los huevos y las legumbres.
 
Ayer me encontré por la calle a Javier Del Prado, mi catedrático de literatura preferido (y a más amigos como Juan José Moragrega y su mujer Isabel, y un montón de alumnos) y nos dimos una vuelta por el barrio. Como ocurre con los amigos, Javier y yo empezamos a hablar "donde lo dejamos ayer", como diría Fray Luis de León tras salir de la cárcel y volver a su cátedra de Salamanca, aunque no nos veíamos desde hacía unas cuantas semanas. Nos despedimos en la puerta de un chino enfrente de su casa. Quería comprar una caja de palillos para utilizarlos en el sistema de riego casero de las plantas de su terraza, algo que me parece auténtica "magia" pues yo no sé hacer absolutamente nada salvo escribir, dar clase y amar, claro. Javier siempre dice de mí que soy un pijo.
 
Hacía sol y nos daba de cara, y no sé cómo fui capaz de hacer esta selfie. De todas maneras el sol es tan bueno como la serotonina, y lo bonito es vivir en la casa del sol naciente y tomarme el primer café del sábado con una sonrisa:
 

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