miércoles, 6 de marzo de 2024

"El beso".


 
Ayer me pasé la tarde pensando en esa obra. Sé que está inspirada en Paolo y Francesca, los dos amantes que Dante envió al Segundo Círculo de su Infierno. Acusados de lujuria, Tristán, Isolda, Aquiles, Paris, Helena y Cleopatra les hacen compañía. Ayer quise escuchar el poema sinfónico de Chaikovski dedicado a Paolo y Francesca, y "Tristán e Isolda", la ópera más sensual y luminosa de Wagner, con una voluptuosidad que surge del propio lenguaje musical, algo que sucede con las verdaderas obras de arte. La he visto representada varias veces en directo, sobre todo en el Teatro Real, y siempre he pensado que no me importaría ir al Infierno si pudiera escribir una novela, una única novela con la belleza, la intensidad y la pasión de esta obra. Wagner dejó de escribir su "Sigfrido", la tercera ópera de la Tetralogía, para centrarse en el mayor canto de amor y muerte de la historia. 
 
En realidad, me ocurriría como al Fausto de Goethe, y vendería mi alma a Mefistófeles.
 
Siempre que voy a París visito el Museo Rodin. Me siento en el café del jardín, rodeado de esculturas, mientras los tímidos rayos de sol acarician mi rostro. Doy un par de sorbos al "café au lait", lo dejo en la mesa, miro a todas partes, cierro los ojos durante unos instantes y soy capaz de captar el significado primigenio de la creación. "La puerta del infierno" se encuentra en un extremo de aquel jardín, el lugar de los personajes de Dante, "Las flores del mal" de Baudelaire y las "Metamorfosis" de Ovidio. 
 
Creo que este texto resume el espíritu de la tertulia literaria on line de ayer por la tarde con mis amigos tertulianos. ¿Qué es el eterno femenino? ¿El hombre escribe de manera femenina y a la inversa? ¿Freud, Jung y Lacan siguen estando vigentes?
 
Junto a esa escultura yo también he besado el "beso" de Rodin. Por eso sé que nunca volveré a escuchar una música como esta:
 
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