jueves, 7 de marzo de 2024

"Vidas de poetas o Pacino con la última de los Panero y la voz de George Michael".


 
 
El lunes Charo Alonso Panero me envió por Wasap desde Tenerife estas fotografías. Estaba feliz con la llegada de mi último libro a su casa, dijo. Al pasar las páginas encontró el relato en el que hablo de ella, de los Panero y de la poeta Gabriela Amorós. 

 
"Vidas de poetas". 
 
"Ayer pensé en ese lugar después de que Charo Alonso Panero,
mi admirada amiga de La Laguna, y una mujer universal, me
regalara un collage repleto de paz, agua y uno de mis libros de
cuentos. Es un paraje hermoso del municipio leonés de Hospital
de Orbigo que pertenece a su familia. Está próximo a Astorga,
lugar donde nació Leopoldo Panero, y al que Charo llevó hace
poco las cenizas de su primo, el poeta Leopoldo María, para
que fuera enterrado en el panteón familiar, donde también
descansa Michi. La casa familiar se va a convertir pronto en el
Museo de los Panero. En 2015 estuve en una librería de León
presentando, precisamente, ese libro de cuentos, al igual que la
poeta y abogada alicantina Gabriela Amorós Seller con su libro
La fragua cero, del que escribí el prólogo. Fue una presentación
cruzada; Gabriela presentó mi libro y yo presenté el suyo. Continuando con esta vida literaria que me gusta llevar y de la que siempre me apetece rodearme, diré que el jueves pasado fue el aniversario de la muerte de Leopoldo Panero. Entonces Charo me envió por WhatsApp el conocido epitafio de su tío, que se publicó después de su muerte:
 
Ha muerto
acribillado por los besos de sus hijos,
absuelto por los ojos más dulcemente azules
y con el corazón más tranquilo que otros días,
poeta Leopoldo Panero,
que nació en la ciudad de Astorga
y maduró su vida bajo el silencio de una encina.
Que amó mucho,
bebió mucho y ahora,
vendados sus ojos,
espera la resurrección de la carne
aquí, bajo esta piedra.
 
Leopoldo fue un gran seguidor de su maestro Antonio Machado.
Por contra, su hijo Leopoldo María, del que hablé en la
conferencia de la Universidad de la Laguna a la que me invitó
Charo en diciembre de 2019, es claramente “antimachadiano”.
Como un buen hijo no pudo dejar de contestar al padre, aunque
sea mediante una carta a lo Kafka, en un poema de su libro
Teoría (1973). Siempre escatológico, en el doble sentido de la
palabra, imagina un futuro de convivencia con el padre, en una
situación de amor y odio a un tiempo:
 
                                   “Glosa a un epitafio”
                                       (carta al padre)
 
Solos tú y yo, e irremediablemente
unidos por la muerte: torturados aún por
fantasmas que dejamos con torpeza
arañarnos el cuerpo y luchar por los despojos
del sudario, pero ambos muertos, y seguros
de nuestra muerte; dejando al espectro proseguir en vano
el turbio negocio de los datos: mudo,
cuerpo, ese impostor en el retrato, y los dos siguiendo
otro juego del alma que ya a nada responde,
lucha con su sombra en el espejo-solos (...)
 
Para terminar de esta forma:
De ese beso, final, padre, en que desaparezcan
de un soplo nuestras sombras, para
asidos de ese metro imposible y feroz, quedarnos
a salvo de los hombres para siempre,
solos yo y tú, mi amada,
aquí, bajo esta piedra".
 
("Un hombre que se parecía a Al Pacino", 2023, pp. 163 y 164).
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Y escucho música mientras me tomo el primer de la mañana. Dicen que va a llover en toda España así que me arroparé con la voz de George Michael:
 
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