viernes, 22 de marzo de 2024

"Es el mejor profesor del mundo mundial".

Llegan las vacaciones de Semana Santa, pero un profesor nunca descansa, como no lo hace un padre con su hijo o un escritor con los textos que siempre están rondando por su cabeza. A veces me preguntan por qué escribo casi todos los días un post en las redes sociales y siempre respondo lo mismo, porque estoy vivo. ¿Cómo si no hubiera escrito y publicado alrededor de veinte libros a lo largo de mi vida? El amor a tu hijo tampoco descansa nunca, como no lo hace el cariño a tus alumnos. Se es profesor desde que naces, y lo sigues siendo cuando llegan las vacaciones, estés mirando el mar o paseando por la montaña. Me da igual estar sentado en un Café de Montmartre o de paseo por las calles de Nueva Delhi. Siempre llevo un libro en la mano o en el bolsillo de la chaqueta; siempre estoy pensando o escribiendo alguna cosa.
 
Hace unos días una de mis encantadoras alumnas dijo la frase con la que he encabezado el texto. Cuando alguien dice eso de ti a las alumnas de otra clase que no te conocen, puedes hacer dos cosas, o creértelo y que aumente tu vanidad (sabemos que la esperanza no es lo último que se pierde) o hacerte el sueco. También puedes sacarte esa fotografía con tus chicos del Cunef y ponerte a cantar una canción con ellos. Son unos jóvenes fantásticos que siempre se están riendo, como yo. Hablando de alumnas, la semana pasada me encontré en la esquina de casa a Marisa, una de las alumnas que más he querido, a la que no veía desde hacía muchísimos años, ya que ha vivido en París y trabajado cerca del barrio de la Défense. En su día venía a mis tertulias cuando las hacía en la Universidad San Pablo. Su papá es médico en mi consultorio de la Seguridad Social, como su madre y su hermana, médica en el hospital de la Princesa, un lugar donde trabajaba, cuando se llamaba hospital de Diego de León, una de mis primeras novias, Natividad, una chica de León a la que convertí en un personaje de mi novela "La paz de febrero", tras llevármela como médica al hospital de la Paz. La "paz" del título se refería a lo que muchos pedíamos después de la invasión de Irak, al hospital madrileño y también a la personalidad de su protagonista, Luis Seoane. Marisa me comentó que trabaja en Madrid junto a dos hermanas gemelas de su curso a las que también aprecié mucho y que nacieron en un pueblo de Soria donde nació, igualmente, Julián Ruiz, uno de mis amigos filósofos con el que tuve en su día charlas interesantes.
 
Me gusta el mundo. 
 
Y esta es la canción que he estado cantando la semana pasada con varios grupos de alumnos:
 
Con dinero y sin dinero, yo hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley, no tengo trono ni reina ni nadie que me comprenda pero sigo siendo el rey, jeje.
 

 

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