domingo, 21 de julio de 2024

"Carta a Justo Sotelo".


 
(Una especie de "no reseña" de "Un hombre que se parecía a Al Pacino"). 
 
"Enamorado del cine pasa sus días viviendo su propia serie de imágenes, envueltas en el velo dorado del alba y el atardecer de la vida.
 
Vive como si cada secuencia fuera parte de sí mismo, llenando con su presencia la calle, el parque, el café o la clase donde imparte su enseñanza, más allá de su propia vida reflejándose en cada voz que escucha, como un espejo refleja la imagen.
 
Cada sonido que escucha lo hace parte de sí mismo, y otras vidas las refleja emitiendo en sus libros su paseo por la tierra. Un paseo lleno de emoción y música.
 
Ama el cine porque es el arte que hace surgir de la imagen la palabra y la música fusionada al emotivo sentir del alma que deja en cada personaje aquello que son.
 
Junto a Liz Lobato, les veo como si fueran sacados de la pantalla y colocados frente a frente para verlos emitir su amor o desamor por París, mientras sus gestos dicen más que las palabras, y a lo lejos la Gran Vía plagada de transeúntes murmura en sus pasos que todos transitamos diminutas pantallas llamadas alma del mundo y en ellas somos actores ocasionales que cruzan calles y piensan que existen y acaso solo seamos el sueño de una noche de verano que al amanecer el día prolonga su camino…"
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Es una carta que me escribió ayer Juana Martínez López-Prisuelos mientras yo andaba de paseo junto al río que nos lleva, como se ve en la foto que me hice. Me tomo un café y la releo al tiempo que se despereza una hermosa mañana de verano. Aparte de mostrar cómo nos ve a su amiga Liz -ella sí es actriz y directora de cine-, y a mí, como dos actores que se hubieran escapado de una pantalla de cine, me parece que ha penetrado con sus palabras en el sentido último de mi libro. La intención de sus páginas no es otra que mostrar de qué manera el cine, la literatura, la música, el arte, la filosofía, etc., pueden modelar a cualquier persona desde el origen de los tiempos, desde el origen de cada uno de nosotros. Como dije a Juana y Liz la vida de cada persona es como caminar por el filo de una navaja, como la película que sirve de leitmotiv a mi libro, y quizá por eso me enamoré de París y de la India antes de haber ido:
 

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