martes, 2 de julio de 2024

"El soneto XXIII de Garcilaso y un ballet de Chaikovsky".


 
"En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
 
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
 
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
 
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre".
 
Con este soneto que releí ayer paseando por el Retiro os doy las gracias por los comentarios que escribisteis al post del carpe diem. Garcilaso recrea dos tópicos clásicos, "collige, virgo, rosas" (coge, doncella, las rosas de la vida), y el "carpe diem" (disfrutad ahora). Así se invita a los jóvenes a gozar de la vida antes de que el tiempo acabe con todo. La amada aparece descrita de modo impresionista, a través de unos rasgos que remiten al ideal de belleza femenina del Renacimiento: la tez sonrosada, la mirada brillante, el cabello rubio, largo y suelto, la esbeltez del cuello.
 
Y la música de mi primer café, "La bella durmiente", de Chaikovsky, que tanto me emocionó cuando lo escuché por primera vez un verano de mi adolescencia. Es una de esas músicas que siempre me recuerdan la vida, como el poema de Garcilaso, que me trae Toledo y mis primeros viajes en tren hacia una ciudad de la que me enamoré mientras me enamoraba del amor:
 

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