viernes, 19 de julio de 2024

"Te amo, te he amado desde el primer momento que te vi, incluso creo que te amaba antes de verte".


 
Mientras comía ayer con José Luis Hernández Arjona, uno de mis amigos íntimos desde que nos conocimos con veintipocos años cuando éramos brókers, salió en la conversación la dualidad entre el destino y el azar, lo que nos llevó a la película de Woody Allen "Macht point" (2005), la historia de un ambicioso y joven profesor de tenis con escasos recursos económicos que consigue entrar en la alta sociedad londinense y enamorar a una joven rica mientras se deslumbra ante la belleza de una joven americana. Mientras volvía caminando a casa tras tomar un helado de yogourt en La romana, una heladería que me gusta mucho y a la que he dedicado uno de los relatos de "Un hombre que se parecía a Al Pacino", fui dándole vueltas a esta historia. Por la noche me encontré en TCM una de las películas esenciales de mi adolescencia, que había visto en TV y no había vuelto a ver, "Un lugar en el sol" (1951), de George Stevens, con Montgomety Clift, Elisabeth Taylor y Shelley Winters:

- Ámame solo mientras estemos juntos, después olvídame, dice él.
 
- Hemos pasado la mitad del tiempo diciéndonos adiós, dice ella.
 
Es la película que inspiró a Allen y una de las grandes películas de la historia del cine. Creo que yo tengo algo de Clift, de la manera de escribir del autor de "Una tragedia americana" en la que se basa la película. Mi forma de ver el amor, de escribir o de plantearme la existencia tienen mucho que ver como idea de la pasión, con mi manera de besar. Después de todo ¿quién no ha querido encontrar alguna vez un lugar en el sol?

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