domingo, 14 de julio de 2024

"Yo también soy negro".


 
El niño venía feliz del colegio; había jugado con sus compañeros en el recreo y después había bajado hasta casa con uno de ellos, con el que se llevaba bien. ¿Has venido con el niño negro?, le preguntó el padre. ¿El niño negro?, se encogió el chaval de hombros como no entendiendo aquella pregunta. Sí, con el niño de enfrente, insistió el padre. Ah, con Óscar. No sabía que fuera negro. 
 
A veces cuento esta anécdota a mis alumnos. Me sucedió con mi hijo; él debía de tener cinco o seis años, la misma edad que Óscar. ¿Es posible que yo fuera racista sin saberlo? Está claro que mi hijo me dio una lección, a mí, el tipo más liberal y progre de este mundo. Con la llegada de Colón a las costas de lo que hoy se denomina el Caribe, se inaugura el imperialismo europeo con la colonización del espacio y del tiempo. En el Renacimiento surge una nueva idea de Hombre cuyas raíces son tomadas de la filosofía griega y define la naturaleza de lo humano a partir de la racionalidad. A mediados del XVI tiene lugar la "Controversia de Valladolid", la polémica teológica y política entre dos visiones antagónicas sobre la legitimidad de la conquista, el alma y condición humana de los indígenas de América. En este debate se enfrentaron los postulados del humanismo del padre Ginés de Sepúlveda, defensor de la guerra, del imperio, que afirmaba que los indígenas eran seres sin alma; y de Fray Bartolomé de las Casas, apóstol de los indios. La disputa acaba sin resolución. No obstante, de las Casas, en defensa de los indígenas, se muestra partidario de importar personas negras para que trabajaran en las tierras conquistadas, alegando que estos eran enemigos de Cristo, sin avenirse a que los negros tenían alma y eran tan humanos como los originarios de las Américas. 
 
El otro día vi una exposición en la Casa Encendida que estará hasta el 15 de septiembre. En la "tradición intelectual negra" la cuestión no es tanto la clase ni la raza, sino la impugnación del orden simbólico occidental y la visión cristiana de ‘"lo humano": un orden simbólico en el que el sujeto negro se considera objeto, inferior y animal, y es expulsado de la "humanidad" que encarna el burgués occidental. De esto parte "Un réquiem por la humanidad, deshumanizaciones, poder y futurismos negros", la exposición comisariada por Tania Safura Adam (Maputo, Mozambique, 1979, en otra fotografía, con el editor Arsenio Rodríguez Quintana. Ella es investigadora, además de fundadora y editora de Radio África, plataforma de pensamiento crítico y difusión de las artes y culturas negras), donde se aborda el origen de la deshumanización del sujeto negro y la violencia contra él; y, por otro lado, las utopías que permitan un futuro mejor. Como indica ya en el año 1955 Aimé Césaire en su libro "Discurso sobre el colonialismo", y lo hacen también los movimientos anticoloniales, el relato humanista europeo necesitó de la degradación sistemática de los hombres y mujeres no blancos para construir sus mitos. En ese sentido, la filósofa jamaicana Sylvia Winter comenta que “hay que liberar al hombre. Esa liberación tan solo puede venir desde abajo, desde quienes han sufrido la opresión”. De la misma manera Frantz Fanon y otros intelectuales negros, conscientes de que el problema de la humanidad no se encuentra en la identidad per se, sino en sus enunciados y significados, sugirieron no contribuir ni participar del sistema de conocimiento que les deja fuera de la humanidad por su condición negra. Si la humanización de los oprimidos es subversión, también lo significa su libertad.
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Una cosa tengo clara; ser progresista es leer, estudiar, reflexionar, no dejar de cuestionarme el mundo donde vivo, así como las bases científicas y culturales que me han traído hasta aquí. Mi paso por el mundo es efímero, como el de todos, por eso he escrito y publicado unos cuantos libros científicos y otros más de literatura. 
 
Después de todo no tengo otra cosa mejor que hacer que pensar y repensar continuamente mis ideas.
 




 

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