sábado, 27 de julio de 2024

"La única patria que reconozco".


 
Cada mañana abría los ojos para intentar saber quién era y por qué estaba allí. Era abrir los libros, de Historia y de Lengua y Literatura, de Matemáticas y de Física y Química, de Religión y de Dibujo. Miro hacia arriba y el profesor de Geografía me habla de viajes a lo largo del mundo, el de Química de los misterios de la Naturaleza, el de Historia de Alejandro Magno. Del profesor de Filosofía recuerdo las clases de Lógica y de Ética, citando siempre el libro que Aristóteles escribió para su hijo, y a Heráclito, Parménides, Pitágoras y Platón. Y sin darme cuenta aparecen el Cid, don Quijote y los caballeros de Lope de Vega, las leyendas de Bécquer y las aventuras de capa y espada de Espronceda.
 
En todas partes hay bellos monumentos de los que me hablaron de niño en el colegio. 
 
En todas partes surgen historias que luego cuento en mis novelas, y aparecen restaurantes donde se come bien y el vino es muy bueno, hasta el punto de que puede recordarme al vino que se hacía en la viña de mi padre y que administraba el tío José. (De alguna forma lo cuento en la primera novela que publiqué, "La muerte lenta", 1995). Y está la gente, que puede hablar idiomas que no entiendo, pero no me importa, ya que eso les hace más atractivos. Puedo inventarme relatos a partir de los rasgos de sus rostros, de su manera de andar y de moverse (esos movimientos corporales tan interesantes y que dicen tanto de cada uno de nosotros). Ya he comentado en alguna ocasión que el GPS de mi coche o del teléfono móvil es preguntar a las personas que me voy encontrando por el camino. Nadie me ha contestado nunca mal. Te dicen amablemente dónde se encuentra el lugar que buscas y hasta se ofrecen a acompañarte. Únicamente recuerdo una vez en la que alguien se equivocó en sus indicaciones y me mandó a un sex-shop. En algunos lugares no me dejan entrar con mi gatita Ana (como en esta foto), así que no entro. Hay gente que no es feliz, eso está claro, pero el mundo es tan grande que no me importa. Siempre habrá gente a la que le gusten los gatos y los perros, e incluso reír y sonreír e invitarte a un vaso de vino.
 
Porque siempre hay una chica de la que te enamoraste a la salida del colegio:
 

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