domingo, 28 de julio de 2024

"La biblioteca de los libros leídos por la calle".


 
Siempre que veo a alguien leyendo un libro, me apetece acercarme y preguntarle por el título. Es una manera muy sencilla de ligar y de culturizarte al mismo tiempo, sobre todo si la lectora te gusta. Con todos esos libros formaría incluso una biblioteca imaginaria. Cada vez ligo menos, esa es la verdad, supongo que porque cada vez se lee menos, jeje, y me hago mayor.
 
Ayer vi a un señor leyendo un libro en la calle, y me puse a hablar con él. En esta foto se ve a Fernando, que es como me dijo que se llamaba después de media hora de conversación. Y se ve la novela que tenía en la mano. Es de Pierre Lemaitre (París, 1951), la edición francesa de "El ancho mundo" (2022). Yo también estaba leyendo. El caso es que el señor me comentó que le gusta leer los libros en su versión original; ha sido traductor y domina el francés, el inglés y el alemán. Aun así su profesión fue la de matemático. Hablamos del viejo asunto de la traducción, y en cierto momento me preguntó si era escritor, le dije que sí y me buscó en Google. Apretó un botón y una curiosa voz le dijo quién era yo. Cuando nos despedíamos me comentó que se había quedado viudo en marzo y se pasaba el día leyendo, en este Café o en los bancos de los alrededores. Se hacía a la idea de que vivía en Montmartre o Montparnasee (su mujer era francesa, y tras casarse residieron en París) y eso le daba ánimos para seguir viviendo. En su casa tenía más de 3.000 libros sin leer y quería leerlos antes de morir. Incluso me prometió que buscaría mis novelas. Por la tarde pensé en este señor (segunda foto), y en la novela que continuaría leyendo en esos momentos sentado tal vez en otro Café o en un banco de la calle. Entre estatuas de Buda y Confucio y mucho opio, titulares políticos y bulos de folletín, Pierre Lemaitre, premio Goncourt del año 2013 al que yo no conocía, nos cuenta una historia recién acabada la Segunda Guerra Mundial, la de los Pelletier, propietarios de una próspera fábrica de jabones en Beirut, ciudad bajo influencia francesa, con la guerra de Indochina y el París de la posguerra. Para disgusto del matrimonio Pelletier, sus cuatro hijos buscan ampliar horizontes lejos de su hogar. Jean es el primogénito; incapaz de tomar las riendas del negocio y dominado por su insufrible esposa, acaba vendiendo telas en París. El brillante François huye a París para labrarse un nombre en el periodismo, y se conforma con ser reportero de sucesos. El carismático Étienne parte a Saigón con su gato Joseph para reunirse con Raymond, su amado legionario belga, pero acaba dentro de una organización de tráfico de capitales; mientras la pequeña Hélène, atrapada en una relación enfermiza con un profesor de matemáticas, piensa cómo escapar de sus padres.
 
Escribo el post mientras me tomo el primer café de este domingo de verano, tan caluroso como literario, y escucho "Tous les garçons et les filles", de Françoise Hardy, que nos ha dejado hace muy poco. A ver si me encuentro por la calle a alguna chica que esté leyendo las "Memorias de Adriano" o el "Cuarteto de Alejandría", con los que siempre he ligado mucho, aunque eran otros tiempos y las chicas leían libros:
 

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