viernes, 26 de julio de 2024

"Vivir entre ángeles".


 
Todavía soy de los que busca ángeles cuando viaja, los de Rilke, por ejemplo. 
 
"¿Acaso su destino no se dirigió siempre
tranquilamente a ti, en Roma y Nápoles, cuando entrabas
en alguna iglesia? ¿O una inscripción sublime se grababa
para ti, como hace poco la lápida de Santa María Formosa?
¿Qué quieren de mí? Debo apartar en silencio
la apariencia de injusticia que a veces estorba un poco
el puro movimiento de sus espíritus".
 
Siempre busco un museo cuando viajo, aunque veo pocas salas, y apenas me fijo en tres o cuatro cosas. Después me paso el tiempo pensando en ellas, sentado en un Café, viendo pasar a la gente y reflexionando sobre lo que acabo de ver, cuadros, esculturas o las propias paredes del museo. Sobre la mesa suelo poner un bolígrafo, las gafas de sol y el libro que siempre llevo en la mano, esté donde esté, y en cierto momento me pongo a escribir, en una servilleta o entre las páginas del libro. Es mi manera de contarme el mundo, de mirarme a través del espejo de mi mente, como en esa foto que me hice ayer en un museo de arte contemporáneo. Miro a la cámara del teléfono móvil sin apercibirme de que mi cuerpo se ve detrás en el espejo; pero entonces ha dejado de ser mi cuerpo. Se está mirando de frente en otro espejo, y así sucesivamente. Es como escuchar a los ángeles de Rilke y volver a acompañarlos en el cielo sobre Berlín que imaginaron dos artistas que considero mis contemporáneos, Win Wenders y Peter Handke. Los ángeles quieren ser humanos, pero no saben que solo lo serán si alguien los ama:
 
Es como escuchar la sinfonía de los ángeles de Arvo Pärt, una obra del siglo XXI:
 
Como dijo Rilke, lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar.

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