miércoles, 22 de agosto de 2018

"Body art".

El otro día empecé a leer "Body Art", de DeLillo, en un café lleno de gente de todas las nacionalidades que hablaba lenguas que no había escuchado nunca. Un matrimonio desayuna tranquilamente en su casa de la costa. Él es un maduro director de cine semi retirado y ella su segunda esposa, más joven. Después él conduce hasta la casa de su primera esposa, en el barrio de Manhattan, y se suicida.

Don DeLillo es uno de mis escritores contemporáneos preferidos, como he repetido en varias ocasiones.

Ella seguirá viviendo en la misma casa, pero todo será distinto. Un ruido en una habitación del tercer piso llama su atención. Sube hasta allí y encuentra a un individuo extraño, que llamará señor Tuttle, en recuerdo de un antiguo profesor. Este personaje tiene la “especial habilidad” para repetir, con exactitud, las conversaciones que la pareja mantuvo en vida. Conoce todos y cada uno de sus momentos íntimos.

En ese momento salí del café y dejé olvidado el libro sobre la mesa. Y no he tenido tiempo para comprarlo de nuevo. Lo que me he preguntado es qué ocurriría con su desarrollo. Si todo lo que había leído estaba en la cabeza de la mujer, si la novela era una continua repetición de la conversación durante el desayuno, si realmente lo había escrito Don DeLillo o no era más que Thomas Pynchon escribiendo con más claridad.

Quizá yo aún continúe dentro del cuadro cubista y su organización espacial, pues eso es lo que me pareció desde el principio esta novela. 

Como siempre, todas las artes están dentro de la buena literatura.

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