lunes, 20 de agosto de 2018

Ese lado oscuro y perverso de los seres humanos.

Al final de una de las dos entrevistas que compartí ayer, la directora Carla Simón se refiere a cómo le influyó la película "Código desconocido" (2000) del director austriaco Michael Haneke (Múnich, 1942), cuando su profesora de Bachillerato la puso en la clase de "Imagen". Al principio no la entendió, pero lo hizo cuando la profesora comentó la falta de comunicación de los seres humanos. Simón se dedicó al cine para contar cosas como esas. Y yo me tomo un café y me pongo a escribir este post porque me parece que el cine de Haneke es francamente interesante.

Entre otras, Haneke ha filmado "Funny Games" (1997), "La pianista" (2001), "Caché" (2005) -una película que aún me inquieta, aunque hayan pasado trece años desde que la vi-, "La cinta blanca" (2009) y "Amor" (2013). A finales de julio se ha estrenado en España "Happy end", pero todavía no me ha dado tiempo a verla.
Haneke recibió el premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2013 y tiene todos los premios importantes. Lo curioso es que su cine se atreve a llegar a zonas difíciles de soportar. "La pianista" habla de una mujer que se lleva mal con su madre, triunfa en las salas de concierto, pero es una persona anodina y gris, con una sexualidad obsesiva y enfermiza. "Caché" se refiere al problema de la culpa y a los desastres del colonialismo. "La cinta blanca" analiza el germen del fascismo en unos niños antes de la Primera Guerra Mundial. "Amor" transcurre por entero en el interior de un piso de París mientras dos ancianos nos cuentan sus últimos momentos vitales. Ella fue una importante pianista, pero sufre una hemiplejía y se deteriora día tras día. La mirada de él (un Trintignant como en sus mejores tiempos), también profesor de música, revela sus contradicciones. "Cómo hemos llegado hasta aquí", creo recordar que se dice en cierto momento. Al final termina asfixiando a su mujer para que deje de sufrir.

Aunque pueda parecerlo, Haneke no odia a la burguesía, entre otras cosas porque considera que ya no existe. En estos tiempos en Occidente no hay más que una "pequeña" burguesía que únicamente sabe mirarse al ombligo (donde cosas como Instagram serían el paradigma de la adolescencia mental), que no entiende a sus semejantes y se encierra en sí misma y en sus posesiones, puestos de trabajo, cargos políticos, vacaciones en cualquier parte, etcétera.

El verdadero arte tiene estas cosas y quizá se encuentre en las zonas más sombrías del ser humano.

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