viernes, 31 de agosto de 2018

Yo no busco literatura, la encuentro por todas partes. Es como el aire que respiro.

La poeta canaria Candelaria Villavicencio -Lali para los amigos- tiene su particular lugar en este mundo dentro de esas fotografías. El otro día me tomé un café con ella en ese paisaje (y paisanaje, como diría Unamuno). El próximo año va a publicar su primer libro de poemas. Me parece acertado, por supuesto, aunque lo que quiero decir es que existen escritores que no necesitan publicar para que yo los considere así, lo mismo que hay escritores con las que me ocurre lo contrario. Solamente tengo que hablar cinco minutos para apercibirme de ello.

Ensimismado en la conversación, no me percaté de que se había acercado a la mesa Felina León, otra escritora tinerfeña que ha publicado hace poco su primer libro de relatos. Conocí a Felina hace tres años cuando presenté uno de mis libros de cuentos en la "Librería de Mujeres de Canarias". Candelaria ha fotografiado la portada de su libro y me pidió que lo leyera después de regalármelo. 

Y lo hice. Después de todo, para algo estudié la carrera de "crítico literario". Además, Felina también ha pedido que le dé mi opinión, así que voy a hacerlo.

Aun confesando que me aburren los libros de suave erotismo (en realidad de cualquier tipo de erotismo y no digamos la irritante pornografía), tengo que decir que los relatos de Felina están escritos con la suficiente gracia e ironía como para que eso no ocurra, afortunadamente. Me parece que es una buena escritora, aunque decir esto a la vista de un solo libro siempre resulte arriesgado. El lenguaje es sencillo gracias a Dios, bien utilizado, con los signos de puntuación y los acentos en el lugar adecuado, y sin errores gramaticales (como esos gerundios con posterioridad que se leen a todas horas por ahí y por aquí, o esas construcciones incorrectas, con el uso y el abuso de anglicismos, galicismos y barbarismos en general) y en él se conjugan con acierto los diferentes tiempos verbales, lo que posibilita que la sintaxis y la semántica se acoplen sin dificultad. Además los relatos se encuentran al servicio del fin último del libro, que me parece que no es otro que escapar de la isla, de cualquier isla que limite el pensamiento, a través del propio lenguaje. 

El reto estructural es lo que más me interesa en un escritor. Sus vidas me interesan muy poco. El lenguaje aún puede salvar a la literatura, sin duda el arte más conservador y burgués que tenemos.


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