No me agradan los halagos gratuitos ni las exageraciones, pero su
Trabajo de Fin de Máster (TFM) es espléndido y su exposición también lo
fue. Ayer hablamos de Madrid, de una ciudad que quiero que sea mi Santa
María de Onetti, mi Yoknapatawpha de Faulkner, mi Comala de Rulfo o mi
Manhattan de Allen. Cada escritor y artista en general tiene un espacio
simbólico en su cabeza y el mío es Madrid. No me ha hecho falta
cambiarle el nombre. Es un lugar exterior, pero también interior y
fronterizo, como explica muy bien Almudena Mestre. Es interesante volver
a pasear por los lugares por donde se mueven los personajes de mis
novelas, teniendo en cuenta que antes me había movido yo por ellos. Como
he contado tantas veces, me gusta vivir la vida y después escribirla.
Mi vida es más compleja y a la vez más divertida que mis novelas, que se
convierten en un espejo de la propia realidad. Ayer hubo mucho cariño
hacia el trabajo, el esfuerzo, la superación continua de Almudena,
reflejados en la sonrisa y la presencia de su editora Charo Fierro y del
resto de tertulianos. Como se observa en la primera fotografía estuvo
bien flanqueada por dos personas de gran sensibilidad, Carmen Arroba y
Matilde Tricarico. El día fue desapacible en Madrid y Javier, Zhivka y
yo nos cogimos un taxi para volver a casa; nuestra poeta búlgara estaba
un poco resfriada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario