miércoles, 22 de enero de 2020

"Almudena Mestre hablando de Madrid como espacio mítico y literario de mis novelas, ayer por la tarde en la tertulia del Café Gijón".

No me agradan los halagos gratuitos ni las exageraciones, pero su Trabajo de Fin de Máster (TFM) es espléndido y su exposición también lo fue. Ayer hablamos de Madrid, de una ciudad que quiero que sea mi Santa María de Onetti, mi Yoknapatawpha de Faulkner, mi Comala de Rulfo o mi Manhattan de Allen. Cada escritor y artista en general tiene un espacio simbólico en su cabeza y el mío es Madrid. No me ha hecho falta cambiarle el nombre. Es un lugar exterior, pero también interior y fronterizo, como explica muy bien Almudena Mestre. Es interesante volver a pasear por los lugares por donde se mueven los personajes de mis novelas, teniendo en cuenta que antes me había movido yo por ellos. Como he contado tantas veces, me gusta vivir la vida y después escribirla. Mi vida es más compleja y a la vez más divertida que mis novelas, que se convierten en un espejo de la propia realidad. Ayer hubo mucho cariño hacia el trabajo, el esfuerzo, la superación continua de Almudena, reflejados en la sonrisa y la presencia de su editora Charo Fierro y del resto de tertulianos. Como se observa en la primera fotografía estuvo bien flanqueada por dos personas de gran sensibilidad, Carmen Arroba y Matilde Tricarico. El día fue desapacible en Madrid y Javier, Zhivka y yo nos cogimos un taxi para volver a casa; nuestra poeta búlgara estaba un poco resfriada.

A pesar del frío y de la lluvia, la literatura sigue gozando de buena salud.




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