domingo, 12 de enero de 2020

"Paseando ayer por el TEA (Tenerife Espacio de las Artes)".

Me gusta pasear por todas partes, por las ciudades, por el campo y por la mente de los artistas. En este último caso necesito meterme en los museos de arte contemporáneo para recordar que vivo en el siglo XXI. Como la de todo el mundo, mi formación comienza en el inicio de los tiempos, pero me siento claramente del mío. Y así presto atención a la pintura, la escultura, la arquitectura, la música, el video, Internet y la imaginación de los artistas de mi tiempo. Es la forma que tengo de conversar con la alteridad, la fluidez y las posibilidades de transformación. Los artistas de mi tiempo se preguntan sobre la imposibilidad de conseguir la verdad de las cosas en una época de crisis política y ecológica, donde se repiten los casos de ansiedad entre las personas y muchos empiezan a cuestionar los propios derechos humanos. En las fotografías he recogido las obras de Anne Lislegaard, Noruega, 1962, "El Maelström" 2017-2019, Patricia Domínguez, Santiago de Chile, 1984, "Ojos de plantas" 2019, y Nicolas Malevé, "Echando un vistazo a ImageNet" 2019. Como soy incapaz de vivir sin música he buscado al joven compositor nacido en Dresde Philipp Hermann que en su álbum de 2019 "Words" tiene una canción que se llama "Maelström". Mientras me tomo el primer café de la mañana pienso en las dos primeras fotografías de Lislegaard y el famoso remolino de Noruega. Ese maelström forma parte de la mitología y por eso es tan actual.

https://www.youtube.com/watch?v=YUlkNAAHGEE

El arte contemporáneo sirve para suavizar las jerarquías rígidas y abrir los límites fijos, incluso por las matemáticas. Y desde luego para amueblar mi cabeza.





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