domingo, 26 de enero de 2020

"Me llama poderosamente la atención que alguien que recibe cada día tantos halagos pueda mantenerse tan cuerdo".

Esta es una frase que escribió por aquí no hace mucho la asturiana Marina H. Alvarez, una de mis amigas virtuales más antiguas desde que escribo en las redes sociales. Le dije que su comentario se merecía un post, y ahora lo escribo mientras amanece suavemente y me tomo el primer café del día. El comentario me ha recordado otro que hizo Fika Fakal Rodríguez-Souto, una amiga virtual también culta y elegante: "Justo, eres el doctor de la armonía de cada día". Esta frase resulta brillante, no cabe duda, y no lo digo porque tenga dos carreras, dos doctorados, sea catedrático o leer algo así vaya a afectar a mi ego, al que conozco de toda la vida y sé que algunas veces se le sube el Moët Chandon a la cabeza. Uno de los secretos de la existencia radica en el "mesotés" aristotélico, el punto medio donde vive la virtud, el equilibrio real, ese saber estar en cada sitio sin perder de vista el horizonte ni olvidarnos de quiénes somos. Situados en ese lugar, casi metafísico, no será necesario vender el alma para conseguir nada de este mundo, como el éxito, el poder, el dinero o el sexo.

Armonía, equilibrio, felicidad.

Ah, y sentido del humor para reírse de uno mismo. Como dijo Groucho Marx (uno de los tres o cuatro tipos que respeto intelectualmente), "pienso vivir para siempre o morir en el intento".

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