Esta es una frase que escribió por aquí no hace mucho la asturiana
Marina H. Alvarez, una de mis amigas virtuales más antiguas desde que
escribo en las redes sociales. Le dije que su comentario se merecía un
post, y ahora lo escribo mientras amanece suavemente y me tomo el primer
café del día. El comentario me ha recordado otro que hizo Fika Fakal
Rodríguez-Souto, una amiga virtual
también culta y elegante: "Justo, eres el doctor de la armonía de cada
día". Esta frase resulta brillante, no cabe duda, y no lo digo porque
tenga dos carreras, dos doctorados, sea catedrático o leer algo así vaya
a afectar a mi ego, al que conozco de toda la vida y sé que algunas
veces se le sube el Moët Chandon a la cabeza. Uno de los secretos de la
existencia radica en el "mesotés" aristotélico, el punto medio donde
vive la virtud, el equilibrio real, ese saber estar en cada sitio sin
perder de vista el horizonte ni olvidarnos de quiénes somos. Situados en
ese lugar, casi metafísico, no será necesario vender el alma para
conseguir nada de este mundo, como el éxito, el poder, el dinero o el
sexo.
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