sábado, 4 de julio de 2020

"¿Qué ocurre cuando el profesor y poeta Javier del Prado Biezma me llama por teléfono para despedirse por el verano mientras estoy escuchando a Mahler?"

El otro día releí un ensayo de Arnoldo Liberman sobre Mahler sentado en un banco de piedra en mitad de la Sierra de Gredos (en la foto se ve la calzada romana que sube desde Cuevas del Valle al Puerto del Pico). Poco después el interior del coche se llenó de las notas de la Octava Sinfonía, de los "mil", a todo volumen, como si estuviera en una sala sinfónica, como sucedió en 2012 en el Auditorio de Música de Madrid con la Orquesta Nacional dirigida por Josep Pons. Hacia la mitad del primer movimiento, el himno del siglo IX que invoca al Espíritu Santo, "Veni Creator Spiritus", texto que se atribuye a un monje benedictino de Maguncia, Rabanus Maurus, que Mahler se sabía de memoria, me llamó Javier para despedirse por este verano. No escuché sus llamadas. Hablamos a lo largo del segundo movimiento, inspirado en el Fausto de Goethe. Mahler fue un hombre bastante complejo (podía ser a la vez infantil, volcánico, despótico, hipersensible, depresivo, tierno, sediento de vida y poseedor de ese sentimiento que los alemanes llaman “Mitleid” y que se podría traducir por compasión, como diría Liberman). La Octava fue la única sinfonía que dirigió y tuvo éxito el día de su estreno, el año 1910 en Munich, dije a Javier. Entre el público estaban Stefan Zweig, Thomas Mann, Richard Strauss, Arnold Schönberg, Siegfried Wagner, Bruno Walter, Willen Mengelberg, William Ritter y Otto Klemperer, nada menos. Durante 10 años Mahler fue el rey de la ópera de Viena, la ciudad donde nació el siglo XX. Es el mundo de Mahler y Bruckner, el final de la música tonal y el nacimiento de la dodecafónica con Schönberg, Berg y Webern. También la irrupción de la arquitectura funcional con Adolf Loos, el pensamiento psicoanalítico con Freud, los fundamentos del positivismo lógico y la filosofía lingüística con Mach, Schlink, Carnap y Wittgenstein, la literatura revolucionaria de Kafka, la pintura de la Secesión de Klimt, Moser, Schiele y Kokoschka, los libros de poemas de Rilke.

Pienso en todo esto después de colgar el teléfono y escucho a Mahler en el coche, y regreso a mi sitio preferido del Auditorio de la calle Príncipe de Vergara de Madrid, en la primera planta, a la izquierda, como el pasado 29 de febrero, el día de mi cumpleaños, donde estuve por última vez y volveré en cuanto se pueda:

https://www.youtube.com/watch?v=nTU_4AEUaLA

(Esta es la traducción de los textos de Maurus y Goethe utilizados por Mahler:  

http://www.kareol.es/obras/cancionesmahler/8sinfo.htm)



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