lunes, 6 de julio de 2020

¿Por qué escribe un escritor feliz?

El primer libro que recuerdo haber leído de Ces Nooteboom, La Haya, 1933, Premio Formentor de este año 2020, fue "El desvío a Santiago", un viaje de Barcelona a Santiago donde aprovecha para recorrer España. Le fascinan la España interior que denomina "desertificada", así como el Museo del Prado. Ayer por la noche terminé de leer "En las montañas de Holanda", donde el narrador establece al final un interesante debate con las sombras de Milan Kundera, Platón y Hans Christian Andersen, y la probable relación existente entre verdad y ficción. El narrador, que no es otro que el propio Nooteboon, se pregunta por su obsesión por inventar ficciones, por escribir mentiras, y Andersen le responde que esto suele hacerse cuando no se es feliz. Si eres feliz no necesitas inventar ninguna ficción ni decir mentiras. El problema del narrador es que no es lo suficientemente infeliz, según Andersen. Yo tengo la sensación de que Nooteboom se siente tan a gusto con la vida que lleva y ha llevado que su sufrimiento únicamente puede ser fingido. Por tanto su desgracia de escritor no es otra que ser demasiado inteligente, demasiado sofisticado, demasiado urbano como para comprometerse con el espejismo del realismo y, sin embargo, sentirse poco angustiado por su destino como para ponerse a trabajar en una tragedia que sea propia. Lo que desconozco es si con esta pandemia le habrán entregado el premio Formentor. Cuando viaje hasta ese extremo de la isla de Mallorca, como un nuevo Ulises, podrá contemplar un faro legendario, un lugar donde he estado varias veces. Con una torre de 56 metros a 188 metros sobre el mar, su construcción en 1863 fue una gesta que salvó todos los obstáculos. Es el finis terrae de la isla, un lugar de cabras helénicas, viento y mar donde Ulises también hubiera sido feliz. Lo fue en todas partes, incluso atrapado por Calipso y Circe, como me ha ocurrido siempre a mí. Ulises llevaba siete años en la isla de Ogigia, y la ninfa Calipso intentaba hacerle olvidar su pasado, pero solo tenía una idea obsesiva en la cabeza. Cuando llegó a la isla de Eea, mandó desembarcar a la mitad de la tripulación, y se quedó en las naves con el resto. Circe invitó a los marinos a un banquete, hechizó la comida y los transformó en cerdos. Euríloco escapó, le avisó y Ulises fue al rescate de sus hombres. Protegido por una planta, Circe no pudo convertirlo en animal; se enamoró del héroe y lo ayudó en su viaje de regreso. Le sugirió dos rutas para volver a Ítaca tras bordear la isla de las sirenas (identificada con Capri por los mitos), ir hacia las rocas errantes o pasar entre la peligrosa Escila y el remolino de Caribdis (zona identificada con el Estrecho de Mesina).

Creo que Ulises, Nooteboom y yo nunca seremos buenos escritores, jeje.



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