El primer libro que
recuerdo haber leído de Ces Nooteboom, La Haya, 1933, Premio Formentor
de este año 2020, fue "El desvío a Santiago", un viaje de Barcelona a
Santiago donde aprovecha para recorrer España. Le fascinan la España
interior que denomina "desertificada", así como el Museo del Prado. Ayer
por la noche terminé de leer "En las montañas de Holanda", donde el
narrador establece al final un interesante debate con las sombras de
Milan Kundera, Platón y Hans Christian
Andersen, y la probable relación existente entre verdad y ficción. El
narrador, que no es otro que el propio Nooteboon, se pregunta por su
obsesión por inventar ficciones, por escribir mentiras, y Andersen le
responde que esto suele hacerse cuando no se es feliz. Si eres feliz no
necesitas inventar ninguna ficción ni decir mentiras. El problema del
narrador es que no es lo suficientemente infeliz, según Andersen. Yo
tengo la sensación de que Nooteboom se siente tan a gusto con la vida
que lleva y ha llevado que su sufrimiento únicamente puede ser fingido.
Por tanto su desgracia de escritor no es otra que ser demasiado
inteligente, demasiado sofisticado, demasiado urbano como para
comprometerse con el espejismo del realismo y, sin embargo, sentirse
poco angustiado por su destino como para ponerse a trabajar en una
tragedia que sea propia. Lo que desconozco es si con esta pandemia le
habrán entregado el premio Formentor. Cuando viaje hasta ese extremo de
la isla de Mallorca, como un nuevo Ulises, podrá contemplar un faro
legendario, un lugar donde he estado varias veces. Con una torre de 56
metros a 188 metros sobre el mar, su construcción en 1863 fue una gesta
que salvó todos los obstáculos. Es el finis terrae de la isla, un lugar
de cabras helénicas, viento y mar donde Ulises también hubiera sido
feliz. Lo fue en todas partes, incluso atrapado por Calipso y Circe,
como me ha ocurrido siempre a mí. Ulises llevaba siete años en la isla
de Ogigia, y la ninfa Calipso intentaba hacerle olvidar su pasado, pero
solo tenía una idea obsesiva en la cabeza. Cuando llegó a la isla de
Eea, mandó desembarcar a la mitad de la tripulación, y se quedó en las
naves con el resto. Circe invitó a los marinos a un banquete, hechizó la
comida y los transformó en cerdos. Euríloco escapó, le avisó y Ulises
fue al rescate de sus hombres. Protegido por una planta, Circe no pudo
convertirlo en animal; se enamoró del héroe y lo ayudó en su viaje de
regreso. Le sugirió dos rutas para volver a Ítaca tras bordear la isla
de las sirenas (identificada con Capri por los mitos), ir hacia las
rocas errantes o pasar entre la peligrosa Escila y el remolino de
Caribdis (zona identificada con el Estrecho de Mesina).
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