Ayer me
senté a desayunar en Valor, esa chocolatería con sede en la ciudad
alicantina de Villajoyosa que tiene una bella playa de nudistas. En
Madrid se encuentra junto a la librería La Central de la plaza de
Callao. Al irme me fijé en el cartel del escaparate y me puse a pensar
en el significado de la frase. La secular elección entre escribir o
vivir es un asunto que me ha interesado siempre. Recuerdo las viejas
discusiones con mis amigos de las Cuevas
de Sésamo, que después se convirtieron en uno de los leitmotiv de mi
novela "Vivir es ver pasar", 1997. Muriel Spark (Ediumburgo,
1918-Toscana, 2006), se casó en 1937 y se fue a vivir a Rhodesia (actual
Zimbawe) donde tuvo un hijo; pero su matrimonio tan solo duró un año.
Trabajó para la propaganda anti nazi en la Oficina de Extranjería
británica. Se obsesionó con T. S. Eliot, el gran poeta del siglo XX, se
convirtió al catolicismo en 1954 y se marchó a vivir a Italia en 1967.
Fue nominada dos veces a los prestigiosos Premios Booker. Su última
novela, "The Finishing School", fue publicada en 2004. Su obra más
conocida, y la única que he leído de ella, se titula "La plenitud de la
señorita Brodie" (1961), He visto las dos versiones cinematográficas que
se han hecho de ella, la de 1969 protagonizada por Maggie Smith y la de
2003 con una libre adaptación titulada "La sonrisa de Mona Lisa", con
Julia Roberts. En la década de los 30, la señorita Jean Brodie es
maestra en una escuela femenina de Edimburgo. Entre sus alumnas,
selecciona cada año a un grupo de niñas distintas a las que inculca sus
ideas morales y estéticas con el propósito de evitarles un futuro de
rutina y de vulgaridad. Pero sus métodos pedagógicos entrarán en
conflicto con las convenciones sociales, a la vez que derivarán hacia
una manipulación de la mentalidad de su grupo selecto de alumnas.
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