jueves, 28 de enero de 2021

"El tiovivo de la vida".

Me gusta vivir la vida, bebérmela sorbo a sorbo. Tengo claro que no escribo para espantar ningún demonio, ni como catarsis, un término que se inventó Aristóteles para referirse a uno de los efectos de la tragedia. Ni siquiera lo hago para que me llamen guapo ni para que nadie se enamore de mí y me invite a cenar o a dar una vuelta en barca por el estanque del Retiro.
 
El lunes la pintora y abogada malagueña Mari Carmen Torres Avilés realizó este collage y escribió en su muro: "Ayer recibí de La Casa del Libro, la novela de Justo Sotelo "Las mentiras inexactas". Con él repito, pues ya me fascinaron sus "Cuentos de los Viernes", tanto como sus artículos diarios en su muro, que siempre me sorprenden, como una novela por entregas... Cosas así son las que necesitamos en este mundo del revés.
 
Ilusionada, emprendo este maravilloso viaje. 
 
Enero / 2021".
 
Hablando de viajes y de los mundos que giran, en los "Cuentos de los viernes" que Mari Carmen ya se ha leído hay uno que se llama "El tiovivo", precisamente:
 
"El mar se encontraba en calma, caía la noche y envolvía el tiempo y el espacio, y los animales de madera y de colores se preparaban para revivir la constante aventura de cinco minutos.
 
Ellos se acercaron midiendo el tiempo que los unía. Se miraban a los ojos, como si el mundo no existiera. Cuando hacían el amor era como si la evolución de la humanidad no tuviera otro sentido que reunirlos en un espacio sin coordenadas ni música. Ojalá no nos parásemos nunca, dijo ella. Y él asintió y buscó su mano, y la besó, mientras su beso daba la vuelta a las aceras, a la playa, a la ciudad aún despierta. Los niños y sus padres nos están mirando, aseguró él señalando con la mano hacia el espacio comprendido entre su tiempo y el tiempo de los demás. No veo a nadie, seguía ella acariciándolo con la mirada. No distingo las casas ni las luces, añadió, solo creo en tu presencia cuando siento que me libero de mis recuerdos y los errores de mi vida.
 
En el instante en que los caballos dejaban de correr, ellos supieron que nunca podrían bajarse de allí".
 
("Cuentos de los viernes", Barteby, Madrid, p. 15).
 
¿Seguimos dando la vuelta a este mundo del revés, como pide Mari Carmen y como si estuviéramos encima de un tiovivo? Reconozco que me sigue gustando subirme a los caballos de madera y reírme y silbar esta música:
 


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