lunes, 18 de enero de 2021

"En la radio o volando sobre África".

Una de las cosas que echo de menos en invierno son las sandalias negras y los pantalones cortos blancos. En esta fotografía de hace un par de años estoy vestido así (también llevaba una camiseta de Zara con la rosa bordada de Gertude Stein) en los estudios de RNE de Tenerife hablando de mi último libro de cuentos. Además de mis historias, estuve hablando de las "Poéticas" sobre el cuento de Poe, Chéjov, Ribeyro, Cortázar, etc. Durante muchos años mis tertulias literarias las hice solo con gente joven, es decir, con alumnos míos. A veces los chicos me preguntaban si era necesario que el escritor bebiera o se drogara para poder evadirse así de un mundo real que no le gustaba y construir de esa manera mundos paralelos ideales. Yo siempre les respondía igual, que eso ya lo hicieron los escritores de la Grecia clásica o el grupo de los "hashischins", de Baudelaire y compañía, o mucho más tarde Artaud, Vian y Huxley (autor de "Un mundo feliz" y "Contrapunto", una de las novelas esenciales del XX) y Kerouac, Ginsberg y los de la Generación Beat (luego ya perdía la cuenta), pero que no eran mejores escritores por hacerlo, sino que eran buenos escritores a pesar de beber o drogarse. A los jóvenes que querían ser escritores también les decía que para ser un "buen escritor", de los que buscan trascender y perdurar, lo imprescindble es leer todas las obras esenciales de la literatura, y encontrarse en posesión de un equilibrio mental e intelectual básico para realizar la obra (¿alguien se imagina que el arquitecto de aquel puente por el que pasas cada mañana para ir a trabajar estuviera bebido a la hora de proyectarlo o no supiera cómo se levanta un puente? También es cierto que tal vez pudiera ayudar el hecho de saber lavar el pelo a la chica (o al chico) que les gustaba, añadía a mis alumnos entre risas, y darse una vuelta con ella en avioneta sobre la palma de la mano de África. A esto mi maestro de teoría de la lteratura, Antonio García Berrio, lo llamaría interrelacionar el inconsciente con el consciente, es decir, la imaginación con la fantasía.
 
He empezado diciendo que tenía una granja en África; no, eso es de Isak Dinesen, una gran escritora de cuentos que adoraba a Chéjov y que en realidad se llamaba Karen Blixen o quizá fuera Meryl Streep, a la que le gustaba que Robert Redford le lavara el pelo en una de las escenas más eróticas que se han rodado en la historia del cine, https://www.youtube.com/watch?v=8zFgRPwWPwk, un poco antes de subirse en una avioneta mientras suena la música de John Barry, https://www.youtube.com/watch?v=WMIiiCHQrSQ
 
No, nunca he tenido una granja en África. Lo que quería decir es que tengo unos pantalones cortos blancos y unas sandalias negras de verano.
 

 
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