miércoles, 20 de enero de 2021

"Poema del soldado", de Angelina Gatell, en la tertulia on line del Café Gijón.

Ayer vivimos la magia de la buena poesía en la tertulia on line del Café Gijón.
 
"Mi vida ha cambiado, mi poesía ha cambiado: Pasados cincuenta y cinco años desde la aparición de este libro, y casi sesenta desde que fue escrito, las palabras de Neruda que encabezan estas líneas me parecen imprescindibles aunque, en este caso, las refiera más a la forma que al fondo".
Angelina Gatell (Barcelona, 1926-Madrid, 2017) publicó el "Poema del soldado" en 1954, su primer libro, y ahora lo recupera Bartleby. Quise comenzar su presentación con el inicio de su prólogo, donde Angelina alude a Neruda, al que adoraba. Y leí el primero de los 13 largos y preciosos poemas del libro antes de ceder la palabra a su editor, Pepo Paz Saz, y al director de la colección de poesía, Manuel Rico. Después intervino la profesora de la Universidad de La Laguna Sandra Santana, que ha escrito el epílogo, y en cierto momento leyó un romance de Angelina el gran poeta de Zaragoza Miguel Ángel Yusta, que se ha incorporado este año a la tertulia (los cuatro están en la segunda foto). Como siempre me fijo en los jóvenes que leen y estudian literatura, en la tercera fotografía he puesto a la doctora de la Universidad del País Vasco Maru Alava, que acaba de escribir una tesis sobre Angelina. Estudiar en la Universidad a los escritores es una forma de empezar a inmortalizarlos, ya que el canon literario siempre parte de ahí. Para terminar, Pepo lanzó una pregunta al aire, en este caso al aire de Zoom (por cierto, no deja de ser curiosa la connotación cinematográfica de esta plataforma virtual que se ha puesto de moda con la pandemia). ¿Qué hacen casi 60 personas un martes de frío invierno por la tarde hablando de un libro que tiene sesenta y tantos años? Porque no quiero dejar de decir que también intervinieron Rosana Acquaroni, Javier del Prado, Mariwan Shall, Marta López, Manuela Temporelli, Noni Benegas, Eduardo y Miguel Sanchez Gatell, entre otros. Y se habló del mayor o menor carácter religioso del libro, de la personificación de los poemas en Miguel, un hijo de la guerra, que podía haber sido Miguel Hernández o el hijo y el hermano de la misma Angelina, y de la propia evolución estilística de nuestra poeta.
 
Este es el primer poema:
 
I
 
"Señor, no sé si me recuerdas.
Yo me llamo Miguel. “¡Miguel!” me llaman
gritando mis amigos.
“Miguel...”, murmura Marta súbitamente mínima.
Y hasta el viento me grita
“¡Miguel!” por los caminos.
 
Debes de haberlo oído, Señor, en la naranja
viva de un ocaso cualquiera,
monte arriba
mi nombre en caravana de sonidos.
 
No sé si me recuerdas. Tú me diste
menesteres sencillos,
eternos menesteres de los hombres,
arar las tierras o segar el trigo...
 
Debes de haberme visto,
tan cerca
del cósmico latido
de tus pulsos inmensos, desbordados,
bajo el arco dorado que en los montes
multiplica el fulgor último y frío.
 
Lo sé, Señor, no te hablé nunca,
pero tampoco fue preciso.
Estabas en la rosa y en el alba,
en la luz del estío,
en la esteva, en mi mano,
en la flor del tomillo...
Latías en la tierra como un hondo
corazón serenísimo;
bajabas con la lluvia y esparcías
sobre mí tus racimos...
¿Para qué decir “Dios”, si todo era
sustancia de Ti mismo?
 Si yo decía “siembra” te nombraba,
y te nombraba también diciendo “río”...
 
Pero ahora, Señor, cuando la furia
tiende como una araña sus poderosos hilos
desde un hombre a otro hombre;
cuando en la orilla verde del olivo
se desata la ira y en las hoces despierta
no sé qué extraño brillo,
acudo a Ti para decirte:
“Necesito que vengas y me expliques
el porqué de este viento en los caminos
como una espesa vaharada
de donde emerge el grito
de esos hombres de pronto tan distintos,
con los ojos colmados
de odios antiquísimos...
 
Explícame por qué se niegan
a la paz; qué misteriosos sonidos
desordenan la música
que arde en sus gargantas. Necesito
saber qué ansias los empujan,
qué secretas razones, qué misteriosos signos
les crecen en la sangre
como las verdes llamas de los pinos
subiendo por el viento...
 
Tengo miedo, Señor.
Y necesito hablar
contigo largamente,
como viejos amigos".
 
Mientras me tomo el primer café de la mañana, leo un Wasap que me escribió anoche la tertuliana Mría Rodríguez Velasco, donde dice que la tertulia de ayer logró una cosa muy difícil, que pareciera que la protagonista había estado con nosotros, tres años después de su muerte.
Supongo que es la magia de la poesía.
 




 


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