Jasón viaja hasta La Cólquida para encontrar el vellocino de oro. Allí le ayuda Medea, hija de Eetes, el rey de ese país. Ella vuelve con él a Grecia, se casan, tienen dos hijos, pero Jasón la abandona por la hija de Creonte, el rey de Corinto (su nombre es el del rey de Tebas de la tragedia "Antígona", pero son personajes distintos). En el año 1932, Unamuno traduce la "Medea" de Séneca para que Margarita Xirgu la interprete. De esta forma se recuperará el teatro romano de Mérida. Construido en torno al año 16 a.C., había sido abandonado con la llegada del cristianismo hasta principios del siglo XX.
Ayer la actriz extremeña María Rodríguez Velasco estaba de paseo por Mérida, y me envió esta foto que se hizo junto a la escultura de bronce de la Xirgu en su teatro romano. Además de buena amiga, María es escritora, psicóloga por la Universidad de Salamanca y tertuliana del Café Gijón.
La Xirgu, nacida en Barcelona en 1888, se sentía atraída por todo lo que tuviera que ver con la antigüedad y por eso se quedó perpleja ante la primera imagen que tuvo del imponente edificio. Se sentó en sus gradas e imaginó cómo sería representar allí, al aire libre y bajo el sol de Extremadura, una de sus obras. En un principio, no logró el apoyo suficiente para que estas ruinas históricas volviesen a ser un escenario. A lo largo de una tertulia en el Teatro Español de la plaza Santa Ana de Madrid, tras el estreno de "El otro", de Unamuno, la Xirgu aludió a una representación en las ruinas de Chapultepec, en México, lamentando quizá no poder hacer lo mismo en Mérida. Fue entonces cuando expresó su deseo de montar una pieza clásica de un autor de ascendencia española, y el mismo Unamuno se ofreció a traducir la obra si era para la actriz. Poco tiempo después la Xirgu tenía sobre su mesa una obra de Séneca, autor nacido en Córdoba. Entre los maravillados 3.000 espectadores de esta representación inicial, estaban el presidente de la II República, Manuel Azaña, unos ministros, el embajador de Italia y también la Orquesta Filarmónica de Madrid dirigida por Bartolomé Pérez Casas.
Y lo que se interpretó fue una música que retrataba a Ifigenia, otro personaje griego antes de la guerra de Troya, llevado al teatro por Racine, y que no dejé de escuchar años después mientras escribía mi novela "Entrevías mon amour", y encontraba mi propio vellocino de oro a través de la literatura:
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