Es una de las novelas más divertidas e interesantes de Emilia Pardo Bazán (La Coruña, 1851 - Madrid, 1921), y de ella y de otras muchas de sus obras hablamos ayer por la tarde en la tertulia del Café Gijón con el catedrático santanderino Germán Gullón, que ha escrito una biografía con el fin de devolverle "el control absoluto sobre su obra y persona, escuchando con atención sus palabras e ideas". Nuestra autora adquirió de forma natural un convencimiento de la igualdad entre los sexos que recibió gracias a la educación de su padre, con el que se encontraba especialmente unida y por el que guardó una profunda admiración. Ello, junto a sus lecturas del padre Feijoo, las enseñanzas de Francisco Giner de los Ríos, el creador y director de la Institución Libre de Enseñanza, sus viajes por Europa y la lógica exposición a las corrientes feministas de la época, serían básicas en el desarrollo intelectual de su feminismo. Y lo cuenta Gullón en su libro con detalle, como hizo ayer en la tertulia, en una biografía muy recomendable.
Gullón busca en cada libro centrarse en el texto, que es lo esencial de un autor, en el lenguaje utilizado, que en el caso de Pardo Bazán es descriptivamente insuperable, como en Galdós, Clarín o Valera lo era en su vertiente narrativa, desde la visión que tenía Flaubert de cuidar la sintaxis y la semántica en un texto. Es el afán por escribir "bien", lo que también sería recomendable en esta época de prisas y redes sociales donde todo es efímero. Por mi profesión, he leído decenas de miles de páginas de libros, tesis doctorales, trabajos y artículos universitarios, etc. Apenas necesito leer una página para saber si un libro es bueno o malo, lo que en el caso de las redes sociale se reduce a tres o cuatro palabras. El lenguaje es uno de los aspectos que distingue al ser humano, sobre todo el lenguaje bello. Y de todo esto se habló en la tertulia, de la filología clásica y de la moderna, de la preeminencia de lo histórico sobre lo literario, de las editorales y las librerías, con las intervenciones de Javier del Prado, Almudena Mestre, María José Muñoz Spínola, Eduardo Larrocha, Jacinto Bruguera, Miguel Ángel Yusta, Elena Gayan, Pepo Paz (que como editor aludió, brevemente, a la situación del sector), Mariwan Shall y Francisca Arias, entre otros.
Ahora, mientras me tomo el primer café de la mañana, me gustaría centrarme en una de las preguntas que le hice en cierto momento. "Memorias de un solterón" inicia una nueva etapa en la narrativa de Pardo Bazán, caracterizada por un cierto abandono del naturalismo y un análisis más pormenorizado de las relaciones entre hombres y mujeres y la institución del matrimonio. A la manera de como habían hecho Balzac, Zola o Galdós, la autora idea un plan metanovelístico en el que, valiéndose de los personajes femeninos, expone las ideas sobre la situación de la mujer y la clase media. Mauro Pareja es un arquitecto treintañero que elude la seguridad amorosa y se jacta de su soltería, a pesar de su mala reputación. Al principio de la novela asegura que el matrimonio es una institución opresora tanto para el hombre como para la mujer, pero su matrimonio con Feíta revela las virtudes de un matrimonio entre iguales. Feíta encarna el papel de la mujer nueva, una muchacha que quiere estudiar y emanciparse, y ser libre, y que por tanto no encaja en el modelo establecido por la sociedad. Feíta utiliza sus conocimientos intelectuales para impartir clases, forjar su propia economía e independizarse.
Feíta era un reflejo de Emilia Pardo Bazán, por supuesto, y las ideas que esta proyectó en sus novelas influyeron en el avance real de la mujer en la época que le tocó vivir. Más que condesa y aristócrata, ella deseaba ser una intelectual y por eso se enamoraba siempre de intelectuales.
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