sábado, 6 de noviembre de 2021

"Más de 21 gramos".

 

 
 
Cuando tengo un libro en la mano siempre quiero escucharlo. Busco su música, esa música de las esferas de Pitágoras y los clásicos. En "Solo inclasificable" de Efi Cubero encuentro unos acordes iniciales, el contrapunto entre la realidad y el deseo, un alegro, un andante y un adagio. Y lo primero que pienso es que podría ser una sonata tradicional del estilo de "alegro /andante o adagio / rondó o alegro final". Sin embargo, me parece que la música que Cubero tenía en la cabeza cuando escribió su libro era una idea que estaba más cerca de la "trascendencia" que de la "inmanencia". Por alguna parte he escrito que este libro me recuerda a "El clave bien temperado" de Bach, una obra que está escrita en todas las tonalidades de la gama cromática y nos enfrenta al clave o el piano solo, desnudo, frente a la propia abstracción de la música, como el poema SOLO con el que empieza el libro de Cubero:
 
"Un solo se interpreta en el vacío:
su ejecución te impedirá el reposo.
Aristas acusadas
en una dimensión extemporal,
abismo de absoluto,
ascensión de fracaso.
 
Solo inclasificable".
 
Vuelvo a leer el poema y no observo esa sensación de fracaso, ni en la forma ni en el fondo. Imagino que Omar Khayyam y Juan de la Cruz, por ejemplo, me darían la razón. No hay fracaso cuando la voz poética parte del Microcosmos, que es ella misma, con el propósito de llegar al Macrocosmos, todos nosotros, ese mundo que muere y renace continuamente en la vida y en el lenguaje. Es un viaje de la tierra al cielo iniciado a través de unos acordes que van a invocar a Mozart más adelante. Cubero, como Bach, como todos los amantes de la poesía pura se enfrentan al silencio con una mirada que no es necesariamente hermética ni para iniciados, que me recuerda a las de Rilke, Eliot y Valente. Es la apertura infinita de la palabra, como diría este último poeta, cuando "la palabra poética se sustancia entre el entender y lo ininteligible, entre el decir y lo indecible, entre la extinción de la imagen y la plenitud de la visión". Aquí es donde veo, a estas alturas de su libro, la búsqueda de Efi Cubero, la de la clave (o llave) musical o poética para enfrentarnos a la escucha de la música de las esferas (p. 17).
 
"...incendiando el rotar del universo
de nuevas emociones;
armadura de clave la mirada
alguien vibró con ella en las esferas..."
 
Es ese ascenso lento y continuado hacia el cielo para pesar los 21 gramos del Alma (p. 21) en un solo indivisible que es el todo (p. 22).
 
FILOS
 
"¿Cómo serán los filos de otro espacio?
¿Existirá otra dimensión? ¿Vida sobre la vida?
¿Dormiré para siempre? ¿Habrá reencuentros?
Cómo tiembla la vida, el cuerpo y el deseo,
la materia, el silencio.
Esto que llaman Alma, leve soplo.
Hálito solamente, veintinún gramos".
 
LEY
 
"En todo hay ley de lumbre planetaria,
el fuego propio de las partituras
que el poema rescata en cada vida
o en cada soledad.
Lo que no aspira a nombre ni frontera
enlaza lo distinto para unirse en un todo.
El solo indivisible que solo el alma entiende".
 
A través del tú, del contrapunto, de la luz, del faro que nos alumbra sabremos que no conviene olvidar que "en las alturas / el alcance de la luz es lo importante", todo tras el diálogo que se establece entre el agua y el fuego. Y yo entro en ese diálogo recordando el ensayo "Función de la poesía, función de la crítica", de Eliot, entre el explícito reconocimiento de la autonomía del acto creador, donde la comunicación resulta mediata, y va desde el poeta hasta el lector, y la posibilidad para el poeta de entrar en una comunicación consigo mismo, siendo la misma palabra orientación y conformación de la emoción poética consecuencia, no origen. 
 
Y es lo que observo en el alegro, el andante y el adagio del libro de Efi Cubero, donde el agua y el fuego dialogan como si se tratara de los sinónimos de Eliot de la comunicación y el conocimiento gracias a las alusiones que se hacen a la infancia, los pájaros, los árboles y el amor perdido que se recupera a través del propio lenguaje. Y así se supera la inmanencia y se llega hasta la trascendencia, esa que son capaces de transmitirnos los poetas del alma de más de 21 gramos.
 
Y ella y él se reencontraron al final del libro.
 
(Efi Cubero, "Solo inclasificable", 2021, Siltolá Poesía, Sevilla, 136 p.)
 


 

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