Los libros están dejando de ser auténticas creaciones literarias, nos dice el catedrático de literatura German Gullón, para convertirse en músicas que suenan bien, como la que nos ponen cuando vamos al dentista.
Me estoy acostumbrando a ver sus videos, lo reconozco, y no solo porque seamos amigos y él sea primo de mi querida Charo Alonso Panero, a la que estimo tanto, o porque presentara en la tertulia del Café Gijón mi novela "Poeta en Madrid" (es la foto que he puesto de esa tarde del pasado mes de febrero), sino por su forma inteligente de situar los puntos sobre las "íes" en este mundillo literario curioso que tenemos, donde a este paso acabaremos comprando libros no por su calidad y su excelencia, sino por la falta de filtros relativos a esa excelencia. Antes de irme a clase pienso en quién publicaría en estos tiempos a Joyce, Proust, Woolf, Borges, Bernhard, Coetzee o Morrison, por hablar de algunos escritores que releo con relativa asiduidad.
Voy a pensar en todo esto mientras me voy caminando a clase. A lo mejor pido su opinión a mis jóvenes alumnos dentro de un rato.
Aún me gusta tener un buen libro en la mano antes de apagar la luz de la mesilla de noche:
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