Siempre que desayuno en la chocolatería Valor que está en Callao, en pleno centro de Madrid, me acuerdo de la playa de nudistas de L'Esparrelló, en Villajoyosa, en Alicante, donde he tomado el fresco más de una vez e incluso he visto anochecer junto al Mediterráneo. Villajoyosa y el chocolate se unen ya desde el siglo XVII, y es que la tradición marinera que tiene esta localidad alicantina con la rutas y travesías pesqueras con América facilitaron así la llegada del cacao, salazones, almendras y otros productos exóticos. No es de entrañar que el primer chocolatero de Villajoyosa se registrara en 1810, como la creación de la primera fábrica de chocolate, a la que se llamó "La Perfección". Pues bien, enfrente de la chocolatería están la librería catalana "La Central" y una clásica tienda de discos, "La Gramola". Ayer repasé en este mismo lugar unas ecuaciones de matemáticas que debía explicar a mis alumnos. Siempre he usado las servilletas para dibujar gráficos y escribir fórmulas (cuando era muy joven las empleaba para improvisar poemas y regalárselos a algunas chicas que estuvieran en el Café, pero ahora no recuerdo si les gustaban o no, y si nos hacíamos amigos o me decían que desapareciera de su vista, jeje). Al salir me fijé en la puerta de la tienda de discos y vi el cartel de una película de Al Pacino. Y ya que mucha gente me llama el Pacino de Chamberí, esta mañana de otoño me apetece bailar un tango, pero con la voz de Leonard Cohen.
Estoy de acuerdo con él en el hecho de que hay que bailar hasta el final del amor, pero siempre he creído en el primer principio de la termodinámica. El segundo es otra cosa:
No hay comentarios:
Publicar un comentario