Ayer compartí por aquí uno de mis cuentos, "Eyes Wide Shut", sobre esos
amores que nunca se olvidan. Entre los comentarios a ese post, había
uno de una antigua amiga de esta red social realmente emocionante.
"Yo sobreviví gracias a ese primer amor. Y después de muchísimos años lo fui a encontrar en una residencia de ancianos que iba a visitar de vez en cuando. Lo reconocí en seguida, él me sonrío, comenzamos a hablar y me di cuenta de que no se acordaba de nada. Su familia lo había abandonado allí porque padecía Alzheimer. Yo lo sigo visitando de vez en cuando y, cuando me ve llegar, me sonríe. Él no se acuerda de mí, pero yo sí de él. Siempre será mi lord inglés".
"Yo sobreviví gracias a ese primer amor. Y después de muchísimos años lo fui a encontrar en una residencia de ancianos que iba a visitar de vez en cuando. Lo reconocí en seguida, él me sonrío, comenzamos a hablar y me di cuenta de que no se acordaba de nada. Su familia lo había abandonado allí porque padecía Alzheimer. Yo lo sigo visitando de vez en cuando y, cuando me ve llegar, me sonríe. Él no se acuerda de mí, pero yo sí de él. Siempre será mi lord inglés".
Me tomo el primer café de la mañana, releo esta historia y pienso que
la vida es el verdadero paraíso, más que el arte y la literatura, a
pesar de haber publicado 20 libros y de que me haya pasado media vida
escribiendo, como el libro de la fotografía que ha dado lugar a este
post.
Eso sí, de todos los viajes que he hecho por el mundo, el más apasionante es al interior de la mente humana.
Eso sí, de todos los viajes que he hecho por el mundo, el más apasionante es al interior de la mente humana.
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