¿Dónde reside el verdadero secreto de la felicidad? ¿Qué nos hace querer a unas personas y no sentir nada por otras?
Ayer mencioné la película del director japonés Hirokazu Kore-eda que
ganó la Palma de Oro de Cannes en 2018. Nació en Tokio en 1962, y es uno
de los directores japoneses que estrena todas sus películas en Europa
desde que hizo "Nadie sabe" en 2004. "Un asunto de familia" (Manbiki
Kazoku) la estrenó en el pasado festival de San Sebastián.
Tras uno de sus habituales hurtos, Osamu y su hijo encuentran a una
niña en la calle, hambrienta y con frío (en el Japón de esta película
siempre nieva o hace frío en la calle). Al principio, la mujer de Osamu
no quiere que se quede con ellos (con la abuela y una cuñada), pero
termina apiadándose de ella, ya que se enteran de que sus verdaderos
padres la maltratan. A pesar de sobrevivir con muchas dificultades
gracias a pequeños robos, la familia es feliz, pero un incidente
imprevisto revela un secreto que pone a prueba los lazos que les unen.
Kore-eda es un estupendo director de actores y un excelente guionista. El último tercio de la película es de una profundidad moral inusual en el cine reciente, al menos que yo haya visto. Los seres humanos buscamos amor por encima del dinero y la comodidad, y lo que hace Kore-eda es filmar la poesía más profunda que existe en todos nosotros, aunque lo que se sepa por la TV, los medios de comunicación y las redes sociales nos convierta en personas deshonestas y fuera de la ley. A lo largo de toda la película los espectadores esperamos a que el hijo pronuncie la palabra esencial, en realidad a que todos los miembros de la familia la pronuncien. El rostro de la madre, envuelto en lágrimas, es realmente poderoso, y yo aún no lo he olvidado.
Esta película es una parábola sobre la felicidad, y la constatación, una vez más (como escribí en mi tesis sobre Murakami), de que los seres humanos somos iguales, sin distinciones de sexos, razos y lenguas.
Kore-eda es un estupendo director de actores y un excelente guionista. El último tercio de la película es de una profundidad moral inusual en el cine reciente, al menos que yo haya visto. Los seres humanos buscamos amor por encima del dinero y la comodidad, y lo que hace Kore-eda es filmar la poesía más profunda que existe en todos nosotros, aunque lo que se sepa por la TV, los medios de comunicación y las redes sociales nos convierta en personas deshonestas y fuera de la ley. A lo largo de toda la película los espectadores esperamos a que el hijo pronuncie la palabra esencial, en realidad a que todos los miembros de la familia la pronuncien. El rostro de la madre, envuelto en lágrimas, es realmente poderoso, y yo aún no lo he olvidado.
Esta película es una parábola sobre la felicidad, y la constatación, una vez más (como escribí en mi tesis sobre Murakami), de que los seres humanos somos iguales, sin distinciones de sexos, razos y lenguas.
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