domingo, 17 de abril de 2022

"Cuando me despierto en mi acantilado sobre el mar".

Es uno de los lugares más bellos que he conocido. No es un refugio "estricto sensu", pues no necesito refugiarme de nada ni en ninguna parte. Sabemos que los demonios que tenemos los seres humanos habitan en nuestro interior (aquello de que el infierno son los otros, no es más que una boutade de las muchas que dijo Sartre mientras se tomaba un café en "Flore" con Beauvoir y Camus), pero soy tan simple que no tengo ningún demonio dentro (como decía mi madre, lo único que tengo dentro son películas, ya que aseguraba que soy muy peliculero, jeje). Realmente, todo el mundo "es" mi casa, y me gusta. Me gustan las ciudades (empezando por Madrid y París), me gusta el campo, aunque haya bichitos, me gusta el mar, me gusta ir en bicicleta, en coche, en tren, en avión y caminando, que es lo que más me gusta. Lo que pasa con este sitio es que el mar no deja de rugir en toda la noche, como si estuviera al lado, dentro de mí, casi como si fuera una segunda piel; así que me duermo y me despierto con su música, convertido en una ola.
 
¿He dicho que me gusta ser como una ola? Solo me falta hacerme la "permanente" y que me aplauda Raphael, jeje:
 

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