Ayer por la tarde callejeaba por Madrid, como tantas veces, cuando una chica de bronce me dijo que deseaba enseñarme un libro para que leyera las primeras páginas. Acepté porque ya me voy haciendo mayor y las mujeres ni me miran por la calle ni se paran para hablar conmigo (tampoco me invitan a tomar un café). Me pidió que leyera hasta dos veces el texto y, cuando ya me iba, me sonrió y acercó su rostro para darme un beso, aunque tal vez todo esto no fuesen más que imaginaciones mías. Por el camino de vuelta a casa pensé en el poema de Mallarmé que acababa de leer, en la música a la que dio lugar y en la posterior coreografía de Nijinsky para un ballet.
Este es el poema:
Estas son la música y el ballet:
Y después desperté del sueño y se terminó mi paseo.
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