jueves, 3 de noviembre de 2022

"Margarita se llama mi amor o el tranvía del conocimiento".

Por esa fotografía he paseado toda la vida, durante las mañanas y las tardes soleadas, a veces por el simple placer de caminar y otras en dirección a mi Facultad. Es el camino a la Ciudad Universitaria de Madrid. Ayer por la mañana estuve tomando por allí el sol con mi hijo. Nos encontramos al pie del Faro de Moncloa, ya que cada uno volvía de su Facultad.

Y le conté la historia del tranvía universitario. 
 
La Ciudad Universitaria de Madrid volvió a funcionar en el curso del 43-44, tras la reconstrucción de las facultades, arbolado y jardines destrozados en la Guerra Civil en el Frente de Madrid. Aparecieron los autobuses de gasógeno con un morro alargado, sustituidos en 1945 por los tranvías italianos blanquiazules, que la gente llamaba pepes y pacos. Funcionaron hasta el año 1967, al abrirse las líneas de autobuses de la reciente EMT. De aquellos raíles en la actualidad se conserva un tramo de unos 30 metros poco antes de entrar en el puente Eduardo Torroja sobre la Avenida de los Reyes Católicos que desciende desde la Plaza de Cristo Rey, como se ve en la fotografía que saqué ayer, bajo el Faro de Moncloa y con el Museo de América al fondo.
 
Le dije todo esto, y después me puse a cantar "Margarita se llama mi amor", una canción que le gustaba mucho a mi madre y cantaba en casa cuando era pequeño. Pertenece a una película de aquellos estudiantes de los 60 que iban a Filología y a Derecho en el tranvía. También se la cantaba a mi hijo cuando le llevábamos por allí en su carrito de bebé, pero siempre se ponía a llorar:
 
En la película la chica, Margarita, se enamora de su joven profesor de literatura (también aparece el inmenso Pepe Isbert haciendo de profesor). La verdad es que de mí nunca se ha enamorado ninguna alumna.
 

 

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