Ayer por la tarde era el momento ideal para caminar al Teatro Fernán Gómez de la Plaza de Colón, tomando el sol, y ver una de las obras maestras de Carlos Arniches. El jueves pasado fue el Día del Teatro y lo quería conmemorar de algún modo. "La señorita de Trevélez" me continúa pareciendo un texto hermoso y triste que inspiró a Lorca y Bardem, en concreto "Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores" y "Calle Mayor", e incluso el esperpento de "Luces de bohemia" de Valle-Inclán.
Me lo pasé muy bien y hablaré otro día de ella porque la obra me pareció actual, aunque se estrenó en el Teatro Lara en 1916, pero terminó casi a las nueve y media de la noche, y me gusta pensar antes de escribir.
"La tertulia de los amigos de Justo" será mañana por Zoom, como siempre a las 18.30, y nos iremos hasta Córdoba para hablar con el escritor y profesor Emilio Calvo de Mora de su primera novela publicada (Mahalta).
El otro día me dijo:
"He escrito cuentos, poemas, aforismos, un diario y ensayos sobre literatura. Mantengo un blog desde hace media vida, y acabo de escribir una novela. Se llama “Mala fe” y cuenta la vida de un escritor que escribe una novela, que podría ser la suya, pero es la de todos. Porque “Mala fe” habla de la belleza y del pecado, de la paternidad y del milagro de la memoria. La escribí con placer y con dolor, porque no soy un escritor de distancias largas, sino de tramos cortos, donde me manejo con comodidad y desenvoltura. Lo de la novela ha sido una tentativa de infinito. Como si me probara y quisiera resolverme novelista. Porque amo las novelas. Me considero poeta, más que otra cosa, pero mi vida es de naturaleza narrativa. Vivo para escuchar historias o para contarlas. Uno mismo es una novela que los demás leen. Escuchar y que te escuchen: ese es el cometido más hermoso que he conocido. O amar y que te amen. Pero si tuviera que elegir una disciplina artística, la que ocuparía mi existencia si se me pidiese renunciar a las demás, sería la música. Ella es la herramienta que abre todas las cosas cerradas. No hay día en que no tenga a mi Bach o a mi Bill Evans o a mi Frank Sinatra. Si no suenan, suenan en mi cabeza. Creo que la música dice lo que no podría ser expresado sin ella".
Y, dicho esto, a mí también me gusta escuchar a Bill Evans mientras me pinto, me lavo el pelo, me afeito, me depilo y esas cosas antes de irme a clase:
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