El color no existe, pero el mundo es inimaginable sin él. La aparición del arte abstracto a principios del siglo XX lo liberó de los dictados de la representación y de la primacía de la línea. Por primera vez, el color pudo consistir en su propia presencia en cada obra, no sujeta a modelos narrativos ni a otros elementos de valor gráfico. Es lo que me encontré ayer en la Fundación March, con artistas de los siglos XX y XXI para quienes el color es principio esencial y estructurador. Y están las teorías artísticas y científicas del color de los siglos XVIII y XIX, su relación con la óptica y la física de la luz. Pasear por Arco el mismo día mientras llueve a raudales por ahí afuera es recordar parte de mi vida en medio de este mercado que posee el encanto de unos zapatos viejos, unos platos dentro de un lavaplatos que no he usado en mi vida y otra búsqueda del color y del arte. De tanto mirarlo y pensarlo, yo también termino convertido en un cuadro posmoderno tomándome un té con pastas en medio del cuento de "La bella y la bestia" o quizá de "La cenicienta".
Y suena la música que me define.
Como he compartido un cuadro de Mondrian, en la March también hay una exposición digital sobre los ritmos musicales de su obra, en lo que escuchaba y sentía mientras la creaba, en el rumor del mar y el jazz. En este link escuchamos las olas y el color de la música (se puede pinchar en la "experiencia sonora", en amarillo, y en "explora su contenido", en rojo):
https://www2.march.es/arte/exposiciones-digitales/mondrian-y-la-musica/
¿Mi mente tiene color? La verdad es que no lo sé, pero también tiene mucho mar y mucho jazz.
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