jueves, 6 de marzo de 2025

"El artista siempre desnuda a sus modelos".


 
Otro de los regalos de mi "no cumpleaños" es una nueva edición de "El cine según Hitchcock", de François Truffaut. Por casa tiene que andar una edición más antigua que leí en su día. Todavía recuerdo la primera vez que vi en el cine algunas de sus películas en la Filmoteca Nacional que estaba en López de Hoyos, luego se trasladó al Círculo de Bellas Artes y más tarde al Cine Doré. Yo tenía 16 años y las había visto en TV. Y entendí que el cine no es inferior a la literatura, como dijo Bergman y recuerda Truffaut, algo que ha sobrevolado siempre en mis novelas hasta llegar a la película continua que quise escribir con "Un hombre que se parecía a Al Pacino" (2023) y por eso mismo a Hitchcock habría que situarlo junto a Dostoyevski, Poe y Kafka (él estudió ingeniería en su juventud, algo que se nota en sus películas, con sus conocimientos sobre la teoría de las leyes de la fuerza y el movimiento, y la teoría y la práctica de la electricidad). "Rebeca", "Encadenados", "La ventana indiscreta", "Vértigo", "Con la muerte en los talones", "Psicosis" y "Los pájaros" son un ejemplo. Pasados los años revisé toda su filmografía, incluso la británica de los años 30, y llegué a la conclusión de que es uno de los mayores "novelistas" del siglo XX, pero a través de las imágenes, no de las palabras. Truffaut también lo pensaba. ¿Cómo expresar la vida y el arte de manera solo visual? Truffaut dice en la introducción de este libro que Hitchcock fue uno de los grandes inventores de formas de la historia del cine, comparable a Eisenstein y Murnau, algo esencial ya que es la forma la que crea el contenido. Esto es lo que defiendo continuamente para la literatura, como he intentado plasmar en mis novelas y cuentos, y repito en mis tertulias (lo escribí el otro día hablando de la pintura y la técnica de Johana Roldán). La literatura cuenta los mismos temas ya desde el origen de los tiempos, pero lo que hace que los textos sean buenos o no es la "forma" que adquieren en cada momento de la historia. Hitchcock es de los escasos cineastas que puede filmar y hacernos perceptibles los pensamientos de uno o varios personajes sin la ayuda del diálogo. En ese sentido Truffaut también se acuerda de Stroheim, Lubitsch, Ford, Hawks y Welles. 
 
Mientras me tomo el primer café de la mañana, recuerdo una escena mágica, onírica entre James Stewart y Kim Novak de la que también habla el ensayo "Vértigo y pasión" del filósofo Eugenio Trías. No hay apenas palabras, tan solo miradas, la de él desnudándola sin que se quite la ropa y la de ella entregándose a un sueño:
 
En realidad, ¿el escritor no se pasa todo el tiempo desnudando a sus personajes?
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario