viernes, 7 de marzo de 2025

"Para escribir un buen poema es necesario ser una buena persona".


 
Dijo Walt Whitman, y ayer por la tarde lo recordó Juan Carlos Mestre en la presentación del último libro de poemas de Pedro López Lara, "Epílogo" (2025, Renacimiento). Madrid chorreaba por la persistente lluvia, pero quise conocer en persona a un poeta amable y profundo que casi todos los días me da los buenos días en las redes sociales, y por eso mismo me acerqué a la librería Sin Tarima, en Antón Martín. Nacido en Madrid en 1963, Pedro estudió Filología Hispánica cuando Javier del Prado ya era profesor en la Complutense. Casualmente me encontré a Javier en un Metro atestado y luego a otros amigos en la librería. Además de a Pedro y Juan Carlos, saludé a Eugenio Rivera, director de la revista Entreletras, abracé a Charo Fierro, Pepa Nieto (a la que no conocía en persona), Javier Lostalé y a mi profesora de Literatura del Siglo XVII Isabel Colón. La acompañaba su marido, Álvaro Alonso, que, lo que es la vida, ha sido profesor de Justo Jr. el año pasado en la misma asignatura. 
 
Pedro nos dijo que entiende su poesía como el "rizoma" del que nos hablaron los filósofos franceses Gilles Deleuze y Felix Guattari, en su ensayo del mismo nombre de 1976 y esto me interesó. Hablamos de un texto que nos pide que cuestionemos nuestra forma de escribir y de leer, un sistema de interpretación y entendimiento de la realidad contemporánea basado en varios principios como la conexión y la heterogeneidad.
 
Con este poema se cierra "Epílogo":
 
"Último aserto".
En algún sitio ha de existir una voz nueva, encontrable,
no por azar, sino como revelación,
una voz pura,
que ha conocido y olvidado todo, pero siente
que es capaz de expresarlo,
sin perseguirlo ni pensar, sin realizar esfuerzo alguno,
rememorándolo y descubriéndolo a la vez que lo dice.
 
Pero esa voz señera, que se sabe omnipotente,
ha de ver al final su privilegio
como una tiranía o un gravamen,
un deber que se puede descuidar y cuyo incumplimiento
sería la demostración irrefutable de su fuerza:
definitivo y concluyente, libérrimo aserto.
 
TODAVÍA me quedan dos cosas por hacer:
este poema
-que dejaré incompleto- y despues
 
.......................................
 
¿Después?, se pregunta el poeta. Si la vida y la poesía son como un rizoma, mientras me rodeaba de poetas y bohemios en el centro de Madrid donde viví en una buhardilla con la que amueblé mi novela "La paz de febrero" (2006), en el Auditorio Nacional se interpretaba la "Sinfonía del mar", de Ralph Vaughan Williams, como homenaje a las Víctimas del Terrorismo y que creo que emitieron en directo por la 2 de TVE. Si este texto lo he empezado invocando a Whitman, me apetece terminarlo diciendo que los textos de la sinfonía de Vaughan Williams son del libro de Whitman "Hojas de hierba":
 

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