lunes, 11 de mayo de 2020

"Hablando de Keats en el Paseo de Recoletos".

Acabo de darme un larguísimo paseo de tres horas por el centro de Madrid. Como solo se puede estar una hora, diré que mi hora siempre vale por tres, ya que para eso soy escritor y puedo utilizar las metáforas como quiera. En ese tiempo me he cruzado con tres ex alumnas, una antigua amiga a la que no veía desde hacía bastantes años y al escritor Ángel Rupérez, que fue mi profesor de la asignatura de "Poesía contemporánea" en la Complutense y finalista del Premio Nacional de Poesía el año 1992. Con el paso del tiempo nos hicimos amigos, ha estado varias veces en mi tertulia y he presentado dos de sus libros. A dos metros de distancia nos hemos estado contando unas cuantas cosas personales y además me ha dicho que en febrero sacó en Alianza una antología de las cartas de Keats, uno de los grandes poetas del Romanticismo (Londres, 1795-Roma, 1821), pero no ha podido mover el libro, claro. Me ha contado que en esas cartas se pone de manifiesto cómo Keats dejó la medicina para ser solo poeta. Huérfano de padre desde niño y de madre desde los quince años, trabajó como aprendiz de cirujano y luego estudió Medicina en Londres (se graduó en Farmacia). Su base cultural era sólida. Sus lecturas juveniles de Virgilio le otorgaron una formación clásica, pero quien más le influyó fue su admirado Edmund Spenser. Pese al escaso éxito que tuvo, la publicación en 1817 de su primera obra, "Poems", sirvió para animarle a dedicarse con exclusividad a la literatura. Su siguiente libro, "Endymion" (1818), fue duramente recibido por la crítica, lo que le produjo una depresión que agravó su tuberculosis, enfermedad que lo acompañaría hasta la muerte. Mientras convalecía en casa de un amigo se enamoró de Fanny Brawne, quien le inspiró sus mejores versos, recogidos en el volumen "Lamia, Isabella, The Eve of St. Agnes and Other Poems" (1820). Y en este mismo año embarcó rumbo a Nápoles para intentar recuperarse, pero unos meses más tarde murió en Roma, donde fue enterrado en el cementerio protestante bajo el siguiente epitafio: "Aquí yace alguien cuyo nombre se escribió en el agua". 

(He invitado a Ángel a la tertulia para que nos hable más adelante de este hermoso libro. La única forma que conozco de desescalarme es a través de la inteligencia y la sensibilidad).

No hay comentarios:

Publicar un comentario