domingo, 17 de mayo de 2020

La tertulia virtual del Café Gjón del próximo martes se irá a Chile o, dicho de otra forma, Chile vendrá a la tertulia.

Con 6 horas menos allá, tendremos como invitada a Magda Sepúlveda Eriz, académica de la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile, especialista en "estudios culturales" y, en concreto, en la figura de la Nobel chilena Gabriela Mistral (las dos están en el cartel). Ha publicado los libros "Ciudad quiltra. Poesía chilena" (1973-2013) (2013), "Chile urbano: la ciudad en la literatura y el cine" (2013) y una obra que explora a la premio Nobel, "Gabriela Mistral. Somos los Andinos que fuimos" (2018), lo que da nombre al tema de la tertulia. Esta reunión ha sido organizada por David Blanco, un ex alumno mío al que dirigí el TFG en su día. Fue tertuliano durante varios años y después se marchó a Chile, donde sigue viviendo con su familia.

La Biblioteca Nacional de Chile está editando la obra reunida de Mistral, donde participa Magda Sepúlveda. Ayer me pasé el día leyendo y disfrutando de los dos primeros tomos, en este link que es una joya:

http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/visor/BND:605887?fbclid=IwAR2MigkPSj4w9IZpyxBERFLjtvVD4mjm3CYixvJUSwfTRXJvQZR23cihNs4

Dejo por aquí uno de sus célebres poemas, "Todas íbamos a ser reinas", que pertenece a su segundo libro, "Tala" (1938), donde la poeta refleja cómo los sueños de cuatro amigas se truncan. La infancia les hace soñar con castillos, princesas y príncipes azules que nunca llegarán a aparecer.

"Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.

En el Valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.

Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.

Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.

De los cuatros reinos, decíamos,
indudables como el Corán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.

Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.

Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del faisán.

Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,
el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal.

Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán…

Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.

Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.

En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos nunca jamás.

Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,
le siguió, sin saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.

Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral,
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.

En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.

Pero en el Valle de Elqui, donde
son cien montañas o más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantarán:

"En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar".

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