viernes, 1 de mayo de 2020

"La lista de libros".

Durante años una antigua alumna, y posterior tertuliana, me ha preguntado por una lista de libros que les entregué fotocopiada el primer día de clase. Pero, Justo, ¿de verdad que no te acuerdas? Haz memoria, era la lista que después utlizamos en la tertulia normal. Nos veíamos poco, pero en cuanto lo hacíamos, mi alumna, que ya se había convertido en buena amiga, me lo preguntaba con una dulce sonrisa en los labios. Dónde estará la lista, venga hombre, Justo, piensa un poco, seguro que la tienes en algún archivo. Y yo me encogía de hombros, que es lo que suelo hacer cuando no me acuerdo de algo. Siempre he sabido que lo que no soy capaz de recordar es porque ya no existe o porque no merece la pena que lo haga. Hubo una época en la que impartí una asignatura que denominé con un nombre divertido, "Taller de Literatura, Tertulia y Debate". Era de Libre Elección, lo que significa que los alumnos podían cursarla desde cualquier carrera. Les entregué una lista de libros que debían leer para después debatirlos entre todos en clase. Con el paso de los años, solo recordaba de esta historia que se la dicté sobre la marcha a la secretaria que tenía entonces y que no guardé ninguna copia, lo que me impedía satisfacer el deseo de mi alumna y amiga. Sin embargo, ayer cambió todo. Como ahora la tertulia literaria del "Café Gijón" es virtual, le he pedido que el próximo martes por la tarde nos hable ella de su poesía (vive en Aranjuez y no siempre puede venir a Madrid). Ayer, entusiasmada, me escribió un Wasap y lo acompañó con una fotografía. Mientras revolvía entre viejos poemas para preparar la tertulia encontró la lista. Ella se llama Ruth González Montero, es abogada y una de las personas que conozco que mejor escribe. Estuvo casada con David Abad, otro ex alumno y amigo, al que también estimo.

Sobre esta lista han pasado veinte años y, a pesar de que debe de faltarle alguna hoja, por ahí siguen Allende, Barnes, Dostoyevski, Eliot, Camus, Bioi Casares, Proust, Beckett, Bernhard, Borges, Bowles, Carpentier, Cernuda, Conrad, Cunqueiro, Blake, Amado, Neruda, Shakespeare, Yourcenar, Duras, Lampedusa y Queneau. 

Está claro que la literatura es inmortal, al menos mientras yo vaya dejando listas abandonadas en el corazón de mis alumnas.

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