Durante años una antigua alumna, y
posterior tertuliana, me ha preguntado por una lista de libros que les
entregué fotocopiada el primer día de clase. Pero, Justo, ¿de verdad que
no te acuerdas? Haz memoria, era la lista que después utlizamos en la
tertulia normal. Nos veíamos poco, pero en cuanto lo hacíamos, mi
alumna, que ya se había convertido en buena amiga, me lo preguntaba con
una dulce sonrisa en los labios. Dónde estará la lista, venga hombre, Justo,
piensa un poco, seguro que la tienes en algún archivo. Y yo me encogía
de hombros, que es lo que suelo hacer cuando no me acuerdo de algo.
Siempre he sabido que lo que no soy capaz de recordar es porque ya no
existe o porque no merece la pena que lo haga. Hubo una época en la que
impartí una asignatura que denominé con un nombre divertido, "Taller de
Literatura, Tertulia y Debate". Era de Libre Elección, lo que significa
que los alumnos podían cursarla desde cualquier carrera. Les entregué
una lista de libros que debían leer para después debatirlos entre todos
en clase. Con el paso de los años, solo recordaba de esta historia que
se la dicté sobre la marcha a la secretaria que tenía entonces y que no
guardé ninguna copia, lo que me impedía satisfacer el deseo de mi alumna
y amiga. Sin embargo, ayer cambió todo. Como ahora la tertulia
literaria del "Café Gijón" es virtual, le he pedido que el próximo
martes por la tarde nos hable ella de su poesía (vive en Aranjuez y no
siempre puede venir a Madrid). Ayer, entusiasmada, me escribió un Wasap y
lo acompañó con una fotografía. Mientras revolvía entre viejos poemas
para preparar la tertulia encontró la lista. Ella se llama Ruth González
Montero, es abogada y una de las personas que conozco que mejor
escribe. Estuvo casada con David Abad, otro ex alumno y amigo, al que
también estimo.
Sobre esta
lista han pasado veinte años y, a pesar de que debe de faltarle alguna
hoja, por ahí siguen Allende, Barnes, Dostoyevski, Eliot, Camus, Bioi
Casares, Proust, Beckett, Bernhard, Borges, Bowles, Carpentier, Cernuda,
Conrad, Cunqueiro, Blake, Amado, Neruda, Shakespeare, Yourcenar,
Duras, Lampedusa y Queneau.
Está claro que la literatura es inmortal, al menos mientras yo vaya dejando listas abandonadas en el corazón de mis alumnas.
Está claro que la literatura es inmortal, al menos mientras yo vaya dejando listas abandonadas en el corazón de mis alumnas.
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