viernes, 29 de mayo de 2020

"Un banco frente al Café Gijón".

Ayer estuve caminando temprano, despacio, por el Paseo de Recoletos, en ese momento mágico en el que Madrid se despereza intentando recuperar la libertad perdida. Y de esa libertad voy a hablar a lo largo de este texto. El Paseo de Recoletos es uno de los lugares que más me gustan de la ciudad; limita al norte con la Plaza de Colón y al sur con la de Cibeles. En ocasiones me siento en un banco que está situado en medio del Paseo, frente al Café Gijón, el mismo donde se sentaba uno de mis amigos, Miguel Ángel Andés, uno de los últimos bohemios de verdad que he conocido, amigo también de Antonio Zaballos. Siempre decía que se sentaba allí para estar cerca de los escritores del Gijón; no tenía dinero para pagarse un café con leche de esos tan caros, aseguraba. Además con aquel dinero podía acercarse a la Cuesta de Moyano, en Atocha, camino del Retiro, y comprarse la novela de uno de esos autores olvidados que le gustaban tanto. Murió demasiado joven y yo escribí sobre él años después en "Las mentiras inexactas", la novela donde quise hablar de algunas de las personas con las que aprendí que hay otras formas de mirar la vida, sin vanidad ni orgullo, y una ambición desmesurada por el dinero, el poder y la notoriedad. Mi amigo era pintor, poeta, narrador, ensayista y sobre todo alguien diferente. Me lo encuentro siempre por casa a través de los cuadros que quise comprarle, pero que me regalaba él. Ya le pagaba con mi amistad, decía entre sonrisas. Y por eso le invité a entrar en mi vida privada, algo poco habitual en mí. Miguel Ángel no quiso trabajar a cambio de un salario en todos esos empleos donde tuviera que fichar cada mañana, ya fuera en un Banco, una compañía de seguros, una Universidad, la multinacional de turno o la editorial que te paga para que escribas el libro que está a la moda. Decía que el arte y la literatura no están al servicio de nadie, salvo de Dios, y que la persona libre es aquella que tiene más tiempo libre durante toda su vida.

A veces me siento en algún banco donde veo pasar la vida, y pienso en mis amigos.

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