El escritor Peter Redwhite va a publicar pronto un nuevo libro y lo
queremos celebrar en la tertulia virtual del "Café Gijón" de esta tarde,
como siempre a las 18.30.
El otro día me escribió lo siguiente desde su Moguer natal, que es donde le ha cogido este confinamiento:
"Muy pronto, la editorial Berenice, del Grupo Almuzara, publicará mi
nuevo libro "El precio que pagas", un texto a caballo entre la ficción y
la no ficción (se podría definir como no ficción dentro de un marco
ficticio). Un narrador en primera persona cuenta un viaje en tren desde
Huelva a Madrid donde el presente y el pasado se entremezclan. Muchas
de las novedades literarias actuales son de auto ficción o biografías
noveladas, y me planteo ¿cuál es la frontera entre la vida y la
literatura (o el arte en general)? ¿Tiene sentido contar nuestras
intimidades sin filtro alguno? Como pretexto para hablar de temas que
nos interesan (ficción y no ficción, narrador y autor, el proceso
creativo, las diferencias entre el lenguaje de la literatura y los
lenguajes del cine o la música), trataré de contestar a estas preguntas.
También estaría bien conocer vuestras respuestas".
Le adelanto a Peter mi opinión sobre su pregunta, aunque la conoce
porque la he manifestado infinidad de veces. No, no tiene sentido contar
sin más ningún tipo de intimidades. Estas pueden interesarle al autor y
a su familia y amigos; lo que resulta respetable. A mí lo que me
interesa es la literatura, la buena literatura, y esa requiere dos
condiciones, saber escribir y tener algo que contar. Se me olvidaban la
inteligencia, la sensibilidad y la creatividad. Como sucedió con el
primer libro de ficción de Peter, "Cortos americanos" (2013), del que
escribí el prólogo y presenté junto a mi buena amiga Sonia Sánchez, que
es doctora en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, en el Café
Este Oste del barrio de Malasaña (en la fotografía donde también veo al
artista Santiago Martínez), que luego se llamaría Puro Teatro. En ese
lugar quise hacer mis tertulias unos años, a pesar de que el dueño del
Café Gijón (un querido ex alumno) llevaba varios años ofreciéndome su
mítico Café.
Y ahora toca estirar las piernas para seguir viviendo la literatura que quiero escribir.
Y ahora toca estirar las piernas para seguir viviendo la literatura que quiero escribir.
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