Después de
varias semanas de confinamiento, por fin podemos salir un rato a la
calle a dar una vuelta. Algunas personas tal vez digan que no es para
tanto, pero a mí me parece un pequeño paso para volver a considerarme un
ser humano. Dejando de lado los obvios aspectos sanitario y económico
de esta pesadilla que estamos viviendo, una de las cosas que más me
gustan es la de pasear por la calle, darme una vuelta por Madrid, París
o New York. Y ponerme a bailar después de haber entrado en una vieja
librería y antes de irme a comer a un restaurante bohemio en Manhattan,
la rive gauche de París o el Barrio de las Letras de Madrid. En 2016
escribí un pequeño relato para la Revista Tarántula que empieza en una
librería de New York y termina en un parque que está a las afueras de
París, y que lleva incorporada una deliciosa música de Gershwin. Se lo
escribí a mi buena amiga extremeña la actriz y psicóloga María Rodríguez Velasco,
que tanto se parece a Audrey Hepburn y tiene una "funny face" o una
"cara con ángel". Stanley Donen, el director de la película, del que
hablo mucho últimamente porque es de los tipos que más feliz me hace con
su cine, no habría sabido a cuál elegir para el papel.
Lo demás lo pone Fred Astaire y hasta aparece un señor que se llama Justo Sotelo:
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