"À rebours" (1884) es una novela del francés Joris-Karl Huysmans. La narración se concentra casi totalmente en su personaje principal, Des Esseintes, un excéntrico antihéroe, que odia al utilitarismo del siglo XIX y que trata de retirarse en un mundo artístico creado por él mismo. Es el libro que Lord Henry Wotton entrega a Dorian Gray en la novela de Oscar Wilde "El retrato de Dorian Gray".
Había pensado comenzar la crónica de la presentación de mi novela "Poeta en Madrid" en la tertulia on line del Café Gijón de otra forma, pero, al fijarme en la fotografía en la que estoy recostado en el sillón rojo mientras hablaba en la presentación, he recordado esta novela esencial. Germán Gullón, en la segunda fotografía, me observa a mí y analiza mi libro, y ambos observamos este mundo para entenderlo y explicarlo. El escritor Rafael Soler también se refirió a esto mismo cuando intervino al cabo de dos horas de intensa charla (podíamos haber estado hablando cuatro horas) y comentó que destacaba los "huecos" imprescindibles que debe rellenar el lector, similares a los silencios dentro del poema. Germán comparó mi novela con uno de los Libros de Horas que eran una recopilación escrita para el uso de los fieles entre los siglos XII y XVI. Expresaban el alma religiosa de sus contemporáneos, sus preocupaciones y su forma de conversar con Dios y con los santos. Dijo que así había escrito yo mi "Poeta en Madrid", como una conversación donde cada lector debe encontrar su propia voz y su propio libro dentro del mismo libro. La editora de Huso, Mayda Bustamante, había iniciado nuestra charla contando cómo nos habíamos conocido, luego dio la palabra a Germán, que, tras explicar los aspectos esenciales de la estructura de la novela, me preguntó si su escritura era fruto de la inspiración o un conjunto de ideas. En ese momento defendí el papel inspirador de las ideas, de la inteligencia. Lo dijo Marcel Proust en "Contra Saint-Beuve", la imaginación es la facultad más preciada, pero solo la inteligencia es capaz de decirla. Después leí el texto que Germán me pidió, entre las páginas 35 y 38, verdadero corazón poético de la novela, en su opinión, donde describo dos fotografías de Taganana, en el norte de Tenerife, como
una forma de resumir el sentido último del libro, donde se mezcla lo
narrativo, lo poético, lo dramático y lo musical en busca de un lenguaje
para el siglo XXI:
"Decir que se ha vivido toda la vida en un instante, que Dios existe, y el mundo es su única imagen. La belleza, lo infinitamente perfecto, la cultura, la salud, lo indefinido. Todos los catecismos se funden en uno. Y la palabra endulza los oídos de los vivos y los muertos. Y sus orejas ya sin una gota de sangre. El amor que necesita el hombre para vivir no es más que el castigo a su deseo de divinidad. Y el hombre aprende a amar la naturaleza. Y Dios sabe que el hombre llega a amarle por encima de todas las religiones sin tener en cuenta el color de la piel o el acento, sin que las fronteras, las distancias, los caminos de polvo o los pantanos supongan obstáculos insalvables. Y conoce que el amor existe, solo tiene que estudiárselo, memorizarlo. Así, el hombre dispuesto a cargar sobre sus espaldas la cruz de la cultura —por ejemplo, una cámara fotográfica—, apenas tiene que escuchar el murmullo de la paz, el instante imperturbable de los sueños, la oración de un dulce beso.
Amor por encima de todas las cosas.
Amor sin nombre. Inmaculado. Indiscreto ante las murmuraciones, inmarchitable. Amor azul. Verde. Amarillo. Rojo. Anaranjado. Añil. Violeta. Y de nuevo azul.
No importa por qué están ahí. ¡Taganana! Perdida en el horizonte. Blanca por dentro y por fuera. Y azul, muy azul el mar de Taganana. La espuma blanca y azul.
Bajé del autobús municipal. Había pocas personas sobre la arena de la playa, la soledad perdida entre los acantilados duros, feroces. Y la arena negra. Coloca a una joven que está en los huesos en un extremo. A un ser deforme en el otro. Sitúa a una pareja de enamorados dentro y fuera del agua, amándose vestidos y desnudos, unidos y separados. Tuve envidia de él. Tuve más envidia de ella. Sonreí al monstruo y a la mujer. Tuve envidia del monstruo y de la mujer con todas mis ganas. Mis ojos enfermos, casi ajenos.
La fotografía.
EL TIEMPO SIN VOZ.
Mis dedos, el botón, el tiempo y el miedo, la envidia y el tiempo y el miedo, la belleza. El mar sonreía y su botón rojo, pequeño, pusilánime. La espuma gris, blanca, negra, la espuma y el miedo. Como colas infinitas de infinitos miembros babeantes. Los amantes besaban la arena con sus nucas, la de él, la de ella, las nucas sin miedo. Por fin el monstruo comenzó a escribir sobre los inmensos pechos de la mujer que caían como chicles sobre la arena de la playa.
La fotografía.
LA VOZ DEL TIEMPO.
Os voy a hablar de otra isla amigos poetas os voy a hablar de otro sueño de ninfas y de sirenas si es que rugen los mares en un nuevo sueño y todo comienza a hacerse inanimado si es que aparece la soledad cruza rocas encrespadas la soledad asalta cárceles pletóricas de inconsciencia y lucha día a día por huir de la isla volcánica día a día de nuestro interior del miedo mi soledad es como todas pero más ciega mi soledad es dulce como los labios del amante frota sin descanso la piedra succionada de la pasión entre sus pechos mi soledad no sabe de diálogos y él me ayuda cada instante para huir con él al disparatado silencio en la distancia de la mar que ya no existe en el oasis perdido entre sus piernas que son leyendas innombrables entre sus dedos suavizados por la espera puedo hablaros de otra isla puedo hablaros de otros sueños de ninfas y de sirenas.
Beckett.
El monstruo arranca los pechos a la mujer y los lanza al mar, y continúa escribiendo sobre su incompetencia.
Se acercó a mí, besó mis pies y me ofreció la semilla de su vientre. Tomé con mis manos al amante ridículo y arrebaté a las nubes sus caricias.
Me siento sobre una roca, blanca como el mar, como el paraíso, y mientras los perros aman su lascivia y los hombres vierten el vino sobre las mesas y las piedras aguijonean mis sandalias y lo banal se tiñe de esperanza en cualquier pueblo testigo de su sudario y se desbocan mis pasiones entre las notas del último sueño, comprendo que he oxidado el viento y las palmeras y el mundo para dormir entre los brazos del amor solitario.
Carnaval.
Mi único amor. Deletreo.
Papá.
Carnaval.
Taganana.
Molloy.
Papá.
Molloy y Beckett.
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