domingo, 7 de febrero de 2021

"Los colores del pavo real de paseo por Madrid y la India"

El otro día me fui a dar una vuelta en coche por las calles próximas al parque de la Fuente del Berro. Es un lugar que me gusta mucho, quizá porque de joven tuve una novia que vivía allí, y esas cosas no se olvidan. Desde que nacemos nos vamos amueblando por dentro, y por mucho que en ocasiones nos desprendamos de los muebles rotos, siempre se quedan en un rincón del cerebro. Con la música me ocurre algo parecido. Era muy joven cuando tuve la oportunidad de escuchar en Madrid al director de orquesta Sergio Celibidache (Román, Rumanía, 1912-París, 1996). Recuerdo sus interpretaciones de las sinfonías de Brahms y alguna de Bruckner. A este compositor es al que escuchaba ese día, su Séptima Sinfonía, su mayor obra y una de las cimas de la música, donde vuelven los gritos y susurros de Bach, Mozart, Beethoven, Schubert, Berlioz, Wagner y Brahms, y casi de Bergman, a pesar de que este todavía no hubiera nacido. Hay una versión de la orquesta Filarmónica de Berlín sencillamente perfecta, con un Celibidache que apenas se mueve (tenía 80 años) y que no necesita realizar movimientos compulsivos:

Había parado el coche para escuchar el segundo movimiento con los ojos cerrados, durante esos minutos en que los ángeles de Rilke dejan el cielo y se dan una vuelta por la tierra o tal vez fueran los de Dante, Eliot, Juan Ramón y Pound (que son mis ángeles favoritos de la poesía). Tras abrir los ojos y girar la llave, cruzó por delante de mí uno de los pavos reales del parque. Entonces la música de Bruckner se llenó de azules y verdes iridiscentes. Y fui capaz de observar los reflejos cobres y bronces de su espalda. Aunque se le asocie con el concepto de vanidad, el pavo real es, en casi todas las culturas, un símbolo solar relacionado con la belleza, la gloria, la inmortalidad y la sabiduría. Al recordar que Alejandro Magno lo trajo a Europa de la India, me encontré de nuevo junto a las aguas sagradas del lago de Pushkar, cerca de Jaipur y el Taj Majal, donde decidí que algún día escribiría una novela que sucediera allí.
 
Salvo algunos cuentos y el esbozo de ciertos personajes, aún no lo he hecho. Así que no tengo más remedio que seguir siendo escritor y escribirla.
 

 
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